El Papa explicó que cuando hay algo que en una familia no funciona se ve enseguida cuando se sienta a comer y describió cómo los hijos “en la mesa están pegados al ordenador o al aparatito (en referencia al teléfono móvil)” y la familia no se escucha entre ella y por tanto “no es una familia, es una pensión”.
“El símbolo más evidente es la familia reunida en torno a la mesa, donde se comparte no sólo la comida, sino también los afectos, los acontecimientos alegres y también los tristes. Esta virtud constituye una experiencia fundamental en la vida”, explicó.
Afirmó que los cristianos deben tener “una especial vocación hacia la convivialidad” y puso el ejemplo de que “Jesús no desdeñaba comer con sus amigos”.
Al respecto, el Papa quiso explicar que el sentarse a la mesa y el “nutrirse” no es siempre “el símbolo de una justa división de los bienes, capaz de llegar a quien no tiene ni paz ni afecto”.
Criticó a los países ricos que “tienden a un nutrición excesiva” y esto hace que se olviden de lo que es “el hambre verdadero”.
Hizo notar que la publicidad “nos hace tener siempre hambre de bollos y dulces” mientras “tantos, demasiados hermanos se quedan sin sentarse a la mesa” y exclamó: “Esto es una vergüenza”.
Por ello, en el saludo final a los fieles, pidió que “cada familia participando en la Eucaristía, se abra al amor de Dios y del prójimo, especialmente para con quienes carecen de pan y de afecto y que el próximo Jubileo de la Misericordia nos haga ver la belleza del compartir”.