Internacional

Flagelaciones y denuncias en convento de monjas argentino

Las denuncias de castigos físicos y psicológicos enfrentaron a la sociedad argentina con una realidad que muchos pensaban había quedado en el pasado.

En el lugar es frecuente el uso del cilicio y el látigo, y la noticia ha enfrentado a la sociedad argentina con una realidad que muchos pensaban había quedado circunscrita a la ficción del Código Da Vinci.

La madre superiora del convento de las Carmelitas Descalzas de la ciudad de Nogoyá, en la provincia de Entre Ríos, la hermana María Isabel, fue imputada por la Justicia por supuesta “privación ilegítima de libertad agravada por violencia” de monjas de esa congregación.

Ahora deberá prestar declaración indagatoria sobre las denuncias presentadas por exreligiosas del convento de la Preciosísima Sangre y Nuestra Señora del Carmelo, ubicado a unos 300 kilómetros al norte de Buenos Aires, sobre maltratos físicos, psicológicos y la imposibilidad de salir del lugar.

La situación que se vivía en el convento fue revelada por la revista Análisis de la actualidad de Entre Ríos y promovió la actuación de la Justicia, que allanó la congregación.

El fiscal Federico Uriburu informó que “al revisar algunas dependencias se aportaron en forma voluntaria una cantidad de cilicios y látigos, que son pequeñas fustas de unos 30 a 40 centímetros”.

El cilicio es una especie de cinturón, en general de metal, con puntas que se ciñe al cuerpo para generar deliberadamente dolor, como medio de mortificación, cuyo uso estuvo muy extendido siglos atrás y hoy en día sólo unas pocas órdenes católicas lo siguen utilizando.

“He vivido tortura psicológica, castigo físico, encierro de celda (como llaman a las habitaciones) y duras reprimendas por parte de la madre superiora”, declaró una exmonja al programa Periodismo para todos de Canal 13 de Buenos Aires.

Una especie de cinturón, en general de metal, con puntas que se ciñe al cuerpo para generar deliberadamente dolor, como medio de mortificación, cuyo uso estuvo muy extendido siglos atrás y hoy en día sólo unas pocas órdenes católicas lo siguen utilizando. (Foto: internet).


“Nos autoflagelamos, nos pegamos en las nalgas. En las reglas, las constituciones está establecido que se haga una vez por semana”, reveló la exreligiosa que pidió mantener su anonimato.

Precisó además que entre otros elementos utilizaban un látigo que se “hace con cuerdas, que antes se pasa por cera derretida y que después se deja secar para que quede más duro”.

“Estuve varios años en el convento de Nogoyá. He vivido una tortura especialmente psicológica, además del castigo físico”, subrayó.

“Más allá del castigo físico, lo peor que he sufrido fue la tortura psicológica. Te hacen creer que sos la responsable de todas la cosas malas que suceden”, describió.

Se defienden

Las monjas del convento de las Carmelitas Descalzas de Nogoyá difundieron videos para desmentir las torturas y denunciar “el tormento y el atropello” que vivieron con el allanamiento judicial.

“Nosotras estamos libremente en el convento, nadie nos tiene apresadas, contra nuestra voluntad. Están las puertas abiertas, la que quiere irse se va”, afirmó una de las religiosas.

“Estoy hace 11 años en el convento y soy feliz de ser la esposa de Dios. Elegí libremente esta vida de oración, de penitencia pero no de tortura. No se me ha torturado nunca, se me ha tratado siempre bien”, relató en tanto otra joven monja.

“No pretendemos que se entienda nuestra vida, sólo que nos respeten y tengan en claro que somos felices y para nada se avasallaron nuestros derechos humanos”, agregó.

La iglesia católica salió a defender las prácticas de la disciplina cristiana en el convento de las Carmelitas Descalzas.

  • |VIDEO| el canal de YouTube Nogya al Dia publicó un video con la versión de las superiorashttps://www.youtube.com/embed/4YkDlIrLlo0

La Sociedad Argentina de Derecho Canónico (Sadec) instó a no juzgar “con criterios erróneos actitudes que no constituyen ningún delito, sino que responden a parámetros religiosos, de la propia conciencia y que incluso conciernen al derecho subjetivo a la libertad religiosa, aunque incomprensible para algunos”.

Urgió asimismo al Estado a “velar por el respeto a la libertad religiosa en todas sus expresiones y no coaccionar a las mismas porque le resulten incomprensibles”.

“Menos aún utilizar de manera excesiva y desproporcionada sus medios coactivos, tan necesarios en verdaderas situaciones delictivas que afligen a sus ciudadanos y reclaman su legítima intervención”, subrayó Sadec.


El arzobispo de la ciudad de La Plata, monseñor Héctor Aguer, defendió el uso del cilicio y lo comparó con “las agresiones al cuerpo humano” que representan el “piercing” y los tatuajes, en un escrito que tituló “Carmelo de Nogoyá y la Penitencia”.


“Nosotros los cristianos de hoy estamos plenamente de acuerdo en manifestar que nuestro cuerpo no ha sido hecho para la tortura física, que este no es el fin para el cual fue creado (…) Pero no podemos negar que pueda existir en alguien el deseo de acompañar a Cristo en sus dolores, en su pasión, en sus sufrimientos, como lo hubo en la antigüedad cristiana”, argumentó el arzobispo, conocido por sus controvertidas declaraciones.

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