Y en la capital mexicana esto se hace complicado y costoso, primero por falta de espacio, y segundo porque las calles tienen dueño: los “franeleros” (conocidos así por el trapo de franela que usan para limpiar los vehículos), que cobran una tarifa voluntaria o fija por estacionar un carro o solo por vigilar que no le pase nada.
“Le dejo mi carro en la puerta de mi oficina, él lo lleva a aparcar y a mi hora de salida me lo trae de vuelta, todo por 30 pesos cada día (2.3 dólares)”, dijo a Efe Carlos Pérez, usuario de este informal servicio, quien no teme por dejar cada día la llave de su vehículo a casi un desconocido.
Es el precio a pagar por no dar mil vueltas tratando de buscar un lugar sin “dueño”, algo imposible en determinadas zonas de la capital mexicana de las que se han adueñado “franeleros” como Hugo Díaz, que a sus 32 años y tras diez en el negocio asegura trabajar “de sol a sol” para llevar comida a su casa.
Gana unos 200 pesos al día (15.7 dólares) por vigilar los carros de su zona y no sabe a qué se dedicará cuando comiencen a funcionar los parquímetros que las autoridades de su barrio acaban de instalar.
“Creo que me quedaré aquí y seguiré lavando los carros y cuidándolos, pues el parquímetro es una máquina en la que depositas el dinero, pero quién va a ser el responsable de que no le roben o le rayen su vehículo?” , aseguró a Efe el joven.
Según cálculos de la Secretaría de Trabajo del Distrito Federal, en Ciudad de México hay unas 22 mil personas que se dedican a “franelear” . De ellos, un total de 6 mil 849 están registrados, que no legalizados, pues no pagan impuestos ni reciben prestaciones sociales.
“Necesitábamos regularizarlos, saber quiénes son, dónde viven, que tengan un horario establecido para cuidar vehículos, un chaleco para que se puedan identificar por si hay posibles quejas de los usuarios”, explicó a Efe Miguel Cortés, promotor del Programa de Reordenamiento de los Cuidadores y Lavadores de Vehículos implementado desde hace una década por dicha secretaría.
Pero mientras que, por un lado, el gobierno de la capital ha intentado regular a estos trabajadores, por otro está haciendo caso a las peticiones de muchas comunidades de vecinos que, hartas de tener que pagar por estacionar en la puerta de su propia casa y someterse a las leyes de las “mafias callejeras”, prefieren poner el dinero en una máquina.
Muchos son los barrios en los que en los últimos meses se han instalado parquímetros o hay planes para instalarlos.
“La intención es reconvertir la actividad, sacarlos de la informalidad y pasarlos a la formalidad. El parquímetro lo que hace es que las ganancias se van a la comunidad y se hagan mejoras en los espacios públicos, y los propios franeleros pueden dedicarse a hacer estas mejoras”, dijo Cortés.
Un ejemplo de ello es el exclusivo barrio de Polanco, en donde en enero de 2012 se pusieron los parquímetros y a los “franeleros” de la zona se les propuso montar una cooperativa de mantenimiento de la zona.
“Teníamos muy buenos ingresos, pero como éramos del empleo informal no éramos muy bien vistos y ahora estamos aprendiendo cosas nuevas”, dijo a Efe Tomás Becerril, secretario de la cooperativa “Hay una solución, todos juntos”, que a sus 42 años llevaba desde los 18 realizando este oficio.
Hoy se dedica a remodelar las aceras del barrio. “Nos dejaron sin trabajo y les pedimos que nos dieran algo que hacer”, contó el “exfranelero”, que cobraba entre 300 y 500 pesos diarios (23.6 y 39.3 dólares) por vigilar los carros en la zona.
Las 64 personas que forman la cooperativa cobran ahora mucho menos (entre 4 mil 800 y 7 mil 200 pesos al mes, o entre 277 y 566 dólares), pero ya están “bien constituidos legalmente, registrados en Hacienda, pagando impuestos”, apuntó.
“Es un giro, pero me quedo con lo que estamos haciendo ahora, porque hay opciones de crecer y como franeleros ahí nos íbamos a quedar toda la vida”, apunta Becerril.