Según Hadruki, el fiscal, en su alegato final, reconoció, por un lado, que ningún texto legal criminaliza a nadie por sus convicciones, y por otro, que no existen pruebas de que el joven haya tratado de propagar sus creencias a otros musulmanes.
Sin solicitar una pena concreta, el fiscal se limitó a pedir al juez “que aplique la ley”.
El Código Penal marroquí, en su artículo 220, condena a penas de seis meses a tres años a quien “emplee cualquier medio de seducción para quebrantar la fe de un musulmán o tratar de convertirlo a otra religión”, pero se aplica con frecuencia sencillamente a los musulmanes que se convierten.
Al Biladi, de 31 años, que no ha renegado de su nueva fe cristiana, sí ha rechazado en todos los interrogatorios, y hoy lo volvió a hacer, que haya tratado de convertir a nuevos fieles al cristianismo.
Los cuatro abogados defensores presentes en la sala insistieron en la ausencia de elementos probatorios y pidieron que se respete la libertad de conciencia, un concepto que no existe en la Constitución marroquí de 2011 pese a que fue debatido en el momento de su redacción.
Según Hadruki, la intervención del fiscal hace presagiar una sentencia más benévola que la pronunciada en primera instancia.
A principios de septiembre de 2013, el cristiano Mohamed que curiosamente no ha cambiado de nombre fue arrestado en su pueblo, y en solo 48 horas interrogado por la policía, enviado al juez, juzgado y condenado a los dos años y medio de cárcel.
Sin embargo, el escándalo despertado más internacional que nacional hizo que el juez lo dejara en libertad provisional mientras se resolvía el nuevo proceso.