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La variante ómicron no significa el fin de la pandemia

A pesar de que la variante muestra una reducción de casos y hospitalizaciones, los expertos afirman que nuevas variantes llegarán en el futuro y que pueden representar un peligro para la población mundial.

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Un trabajador de la salud administra una prueba de covid-19 en un sitio de pruebas en Washington, DC, 14 de enero de 2022 (Tom Brenner/The New York Times).

Un trabajador de la salud administra una prueba de covid-19 en un sitio de pruebas en Washington, DC, 14 de enero de 2022 (Tom Brenner/The New York Times).

Después de unas semanas frenéticas en las que la variante ómicron del coronavirus parecía contagiar a todo el mundo, incluso a personas vacunadas y con refuerzo, por fin se aprecian señales alentadoras en Estados Unidos.

A medida que los casos disminuyen en algunas partes del país, muchos esperan que este repunte sea la última gran batalla contra el virus; esperan que, por sus características únicas, la variante ómicron saque a los estadounidenses de la pandemia.

La variante se disparó en Sudáfrica y Reino Unido, y luego cayó con rapidez. En Twitter se han publicado gráficas que muestran el descenso de los niveles del virus en las aguas residuales de Boston y San Francisco. El lunes 24 de enero, el máximo responsable regional europeo de la Organización Mundial de la Salud sugirió que “la variante ómicron ofrece una esperanza plausible de estabilización y normalización”.

“Las cosas pintan bien”, señaló el domingo Anthony Fauci, asesor principal de la administración de Biden sobre la pandemia. “No queremos confiarnos en exceso, pero parece que en este momento van en la dirección correcta”.

¿Qué inspira ese optimismo? La idea es que hay tanta gente que está ganando inmunidad a través de la vacunación o de los contagios por ómicron que pronto el coronavirus no podrá encontrar cómo asentarse en nuestras comunidades y desaparecerá de nuestras vidas.

No obstante, en entrevistas con más de una decena de investigadores de salud pública, inmunólogos y biólogos evolutivos, el curso del virus en Estados Unidos parecía más complicado… y un poco menos optimista.

Comentaron que, al infectar a tanta gente, sin duda ómicron nos acerca al final de la pandemia. La actual oleada de contagios está retrocediendo y hay motivos para esperar que las cifras de hospitalizaciones y fallecimientos sean las siguientes en bajar.

El camino hacia la normalidad puede ser corto y directo, la meta está a solo unas semanas de distancia, y las terribles oleadas quizá se conviertan en cosa del pasado; o puede ser largo y lleno de baches, salpicado de brotes en los próximos meses o años mientras el virus sigue buscando dónde permanecer.

En cualquier caso, según muchos científicos, no es probable que el coronavirus desaparezca por completo y la inmunidad de rebaño es solo un sueño por el momento. La inmunidad de la población contra el virus será imperfecta por diversas razones.

“Tal vez hubo un periodo breve en el que hubiéramos podido alcanzar ese objetivo”, señaló Shweta Bansal, modelista de enfermedades infecciosas de la Universidad de Georgetown. “Pero en este momento ya lo pasamos hace mucho”.

En cambio, parece probable que el coronavirus se vuelva endémico: una parte permanente de la vida de los estadounidenses, una enfermedad más leve, como la influenza, con la que la gente debe aprender a vivir y lidiar.

No obstante, el futuro también depende de un comodín: las variantes nuevas. Ómicron apareció apenas a finales de noviembre. La mayoría de los investigadores creen que se avecinan otras variantes, porque la población mundial que está vacunada es poca. Con el tiempo, algunas variantes podrían ser sumamente contagiosas y tener la habilidad de provocar un corto circuito en las defensas inmunitarias del cuerpo, lo cual alargará el sufrimiento de todos.

“Esta es una historia de elige tu propia aventura y el final aún no está escrito”, aseveró Anne Rimoin, epidemióloga de la Universidad de California en Los Ángeles. “Nadie podrá decirnos qué va a pasar”.

Hasta el miércoles, Estados Unidos registraba más de 650 mil casos nuevos diarios, en promedio, frente a los más de 800 mil de hace dos semanas. Los fallecimientos siguen aumentando, con una media de más de 2300 al día, pero las hospitalizaciones parece que se están estabilizando, con unas 155 mil al día, en promedio.

“Si pudiéramos mantener a la gente fuera del hospital y no enfermara de gravedad, creo que podríamos volver a la normalidad con las pruebas y las vacunas”, afirmó Michel Nussenzweig, inmunólogo de la Universidad Rockefeller de Nueva York.

A largo plazo, muchos de nosotros podríamos experimentar una infección leve cada pocos años, como ocurre con los coronavirus que causan el resfriado común, pero no enfermaríamos de gravedad.

La idea de que la variante ómicron sea la última amenaza del coronavirus tiene un enorme atractivo. Es lo que todo el mundo quiere, lo que todo científico espera, pero para conseguirlo, los estadounidenses tendrían que tener suerte e inteligencia.

Un virus endémico no indica necesariamente una amenaza menor. La tuberculosis es endémica en la India y otros países, y mata a más de un millón de personas cada año. En los países africanos, el sarampión es endémico. Ese virus circula de manera constante en niveles bajos y desencadena grandes brotes periódicamente.

Al principio de la pandemia, las autoridades sanitarias calcularon que, en el caso del coronavirus, la vacunación de alrededor del 70 por ciento de la población podría superar el umbral de inmunidad de grupo, lo que significa que el coronavirus se convierte en una amenaza insignificante.

No obstante, cuanto más contagiosa sea una variante, mayor será el porcentaje necesario de personas vacunadas para alcanzar el umbral. Cuando apareció la variante alfa, los científicos modificaron el nivel al 90 por ciento.

A principios del año pasado, reconocieron que era probable que el objetivo de inmunidad de grupo estuviera fuera de alcance.

Inmunidad imperfecta

La magnitud de la amenaza que supone el coronavirus depende en parte del nivel de inmunidad que mantenga el país a lo largo del tiempo. Es una evaluación difícil de hacer.

Todavía hay millones de personas en Estados Unidos y en otros países que no están protegidas contra el virus y no tienen planes de inmunizarse. Las vacunas de refuerzo son necesarias para prevenir el contagio con la variante ómicron, y solo la mitad de los estadounidenses que cumplen los requisitos las han recibido.

Además, los científicos saben poco sobre la fuerza o la duración de la inmunidad que deja una infección por ómicron, y sí saben que la protección contra las infecciones dada por las vacunas disminuye después de un período relativamente corto. (La protección contra la hospitalización y la muerte sigue siendo fuerte durante un periodo más largo).

Si la protección de la población contra el virus es débil o transitoria, como es posible, los estadounidenses podrían seguir experimentando brotes con la relevancia suficiente para abarrotar los hospitales durante años. Para contenerlos, la gente tendría que hacer fila para vacunarse cada año contra el coronavirus, quizás en otoño, como se hace con las vacunas contra la influenza.

Variantes nuevas

La falta de vacunación generalizada, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, sumada a la incertidumbre sobre cuánta inmunidad deja ómicron, le abre la puerta a la posibilidad de variantes nuevas. Algún día, una de ellas podría esquivar las defensas inmunitarias tan bien o incluso mejor que ómicron.

“Considero que ómicron es un ejemplo de cómo sería el covid-19 si fuera endémico”, afirmó Kristian Andersen, virólogo del Instituto de Investigación Scripps de San Diego. “Pero esto no termina con ómicron, porque surgirán variantes futuras”.

Ni las vacunas ni los contagios ofrecen lo que se conoce como inmunidad esterilizante, lo que significa que la protección que ofrecen parece debilitarse con el tiempo. La protección obtenida con un contagio por delta u ómicron tal vez no sea tan eficaz contra las nuevas variantes, ya que el virus cambia con rapidez y de maneras inusuales.

Los virus suelen evolucionar en forma de escalera y cada variante nueva se desarrolla a partir de la anterior, pero las tres variantes más peligrosas del coronavirus (alfa, delta y ómicron) evolucionaron de manera independiente. El coronavirus no se basó en su trabajo anterior, por así decirlo, sino que se reinventó a sí mismo una y otra vez.

A medida que se vacune cada vez más gente, la evolución favorecerá formas del coronavirus que podrían eludir los anticuerpos y otras defensas inmunitarias.

“Podría surgir otra variante de la nada que responda a una presión de selección en la que no habíamos pensado en realidad, o con mutaciones que no combinamos”, comentó Emma Hodcroft, epidemióloga molecular de la Universidad de Berna, Suiza.

Contrario a la sabiduría popular, no está garantizado que el coronavirus adopte una forma más leve con el tiempo. Un virus a veces evoluciona para ser menos virulento si mata a sus huéspedes antes de que haya logrado transmitirse a otros, o si se queda sin huéspedes a quienes infectar. Ninguna de las dos cosas sucede en el caso del coronavirus.

“Hablando con franqueza, no mata a suficientes personas como para agotar su reserva de individuos que infectar”, dijo Jeffrey Shaman, experto en salud pública de la Universidad de Columbia. “Y ciertamente se transmite de una persona infectada mucho antes de que el virus mate”.

Incluso si la próxima variante es tan leve como ómicron o incluso más, una variante altamente contagiosa aún podría causar estragos en el sistema sanitario.

“Cuando tienes algo tan contagioso como ómicron, no hace falta que sea sumamente grave para fastidiar las cosas mucho”, concluyó Bill Hanage, investigador de salud pública de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard.