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Las crudas historias de los huérfanos del covid-19 en India

En una pequeña casa pintada de manera colorida en la costa este de India, G. Sonali Reddy prepara las comidas y alimenta a sus hermanos menores durante el día y los arrulla para dormir por la noche con la esperanza de calmar sus temores, igual que lo haría su madre.

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G. Sonali Reddy, que quedó huérfana junto a sus hermanos tras la muerte de sus padres a causa del COVID-19, ayuda a sus hermanos a leer y escribir en Pattapur, India, el 20 de junio de 2021. (Foto Prensa Libre: Rebecca Conway/The New York Times)

G. Sonali Reddy, que quedó huérfana junto a sus hermanos tras la muerte de sus padres a causa del COVID-19, ayuda a sus hermanos a leer y escribir en Pattapur, India, el 20 de junio de 2021. (Foto Prensa Libre: Rebecca Conway/The New York Times)

Sonali, de 14 años, es la cuidadora de su familia. Hace varios años, su padre se suicidó después del fracaso del negocio familiar de venta de piezas para carritos. En mayo, su madre, Sabita, se contagió de covid-19 durante la ola devastadora de infecciones que arrasó India.

A unas horas de llegar al hospital metropolitano más cercano que contaba con oxígeno médico, Sabita Reddy falleció.

“Mi madre nos mantuvo a salvo como lo hace un paraguas, del sol y la lluvia de la vida”, dijo Sonali, mientras contenía las lágrimas. “Imagino que está cerca de mí. Eso es lo que me motiva a seguir adelante”.

Sonali y sus hermanos están entre los más de tres mil niños indios que han quedado en la orfandad durante la pandemia, según los gobiernos estatales. Son un testimonio desgarrador de la devastación causada a las familias a medida que el coronavirus ha ido segando cientos de miles de vidas en todo el país.

A pesar de todo lo que se ha perdido, la tragedia de los huérfanos ha hecho mella en la conciencia pública, un reconocimiento de los grandes retos que enfrenta una nación de por sí repleta de niños vulnerables.

Los estados indios han anunciado compensaciones de entre US$7 y US$68 al mes para cada huérfano, además de promesas de alimentos y educación gratuita. El primer ministro Narendra Modi prometió en un tuit “garantizar una vida de dignidad y oportunidad” para los niños.

No obstante, los activistas temen que cuando la atención se desvanezca, como inevitablemente sucederá, los huérfanos queden susceptibles a la negligencia y explotación.

A los niños, traumatizados en algunos casos por la pérdida de su familia entera, les ha resultado difícil obtener actas de defunción para recibir los beneficios del gobierno. A algunos también se les dificultará volver a la escuela.

A largo plazo, los numerosos huérfanos de familias pobres en áreas remotas enfrentan el riesgo de los matrimonios infantiles o de ser víctimas de trata de personas. El tráfico de menores es rampante en India, en donde son esclavizados por trabajo o sexo. Además, el país tiene la cifra más alta de novias infantiles en el mundo, según la Unicef.

La adopción no es una opción para muchos de los huérfanos, dados los tabús culturales contra esa práctica. Los niños de mayor edad, en particular, a menudo no encuentran familias adoptivas.

“El gobierno intenta salvar su imagen tras la tragedia catastrófica que devastó India”, dijo Medha Pande, una estudiante de derecho en la Universidad de Delhi que ha escrito sobre los asuntos sociolegales que han surgido a raíz de la pandemia.

 

G. Haanvi Reddy, que quedó huérfana con sus hermanos después de que sus padres murieran de COVID-19, en Hyderabad, India, el 17 de junio de 2021. (Foto Prensa Libre: Rebecca Conway/The New York Times)

 

“Se vieron poco preparados”, agregó. “Solo están creando un subgrupo de un grupo más grande de niños vulnerables para afirmar que pueden fácilmente cuidar de ellos”.

Una mañana reciente, funcionarios de la población de Pattapur, en el estado de Odisha, llegaron al hogar de los Reddy. Su abuela materna se fue a vivir con ellos tras la muerte de su hija.

Arribaron para entregar una “pensión de huérfano” a los niños, suficiente dinero para cubrir los gastos del verano. Se abrieron cuentas bancarias a sus nombres. Los funcionarios dejaron grandes sacos de arroz.

Muy impactada por los hechos, Sonali escuchó con atención la rápida lectura de una lista de instrucciones para usar su cuenta bancaria. Sus hermanos (Jagabalia, de 8 años, y Bhabana, de 5) observaban la escena con indiferencia mientras se agarraban con firmeza del vestido azul de su hermana.

Incluso antes de la muerte de su madre, la familia vivía en la pobreza. Al poco tiempo de enviudar, Sabita Reddy abrió una pequeña tienda de bocadillos en el cuarto frontal de su hogar. Gastaba el poco dinero que tenía para dar estudios extracurriculares a su hija mayor.

Luego de la muerte de su padre, Sonali y su madre se volvieron muy unidas.

“Mis hermanos me ruegan: ‘Queremos ir con mamita’”, contó Sonali mientras jugueteaba con sus pulgares. “Cuando nuestro padre falleció, pensamos: ‘Al menos tenemos a mamita’. Ahora, el virus también se la ha llevado”.

En las planicies polvorientas del norte de India, Shawez Saifi, de 18 años, se limpiaba las lágrimas en la oscuridad de la noche después de que su hermana despertó abruptamente llamando a gritos a su madre.

Sus padres, Shamshad y Shabnam Saifi, se enfermaron en abril, y Shawez los llevó a un médico local que recomendó que se hicieran una prueba de coronavirus. Sin embargo, en vista del poco dinero que les restaba del trabajo que padre e hijo realizaban en obras de construcción cada vez más escasas, Shabnam sugirió que regresaran a su hogar en Murad Nagar para recuperarse.

Los niños dormían en la veranda afuera de su vivienda de una sola habitación mientras que los padres dormían encerrados en el interior. Su estado de salud empeoró rápidamente, por lo que se mudaron a la casa de un pariente. Luego de unos días, Shabnam murió. Su esposo falleció unos días después.

 

G. Sabitri Reddy observa a sus nietas, G. Sonali Reddy y Bhabana, que quedaron huérfanas junto a sus hermanos después de que sus padres murieran de COVID-19, en su casa de Pattapur, India, el 20 de junio de 2021.
(Foto Prensa Libre: Rebecca Conway/The New York Times)

 

Cuando Shawez, quien abandonó sus estudios para ir a trabajar con su padre, regresó a su casa sin sus padres, la vivienda estaba cerrada con llave y el casero les dijo que les daría la llave después de que pagaran la renta. Su tío pidió prestado dinero para cubrir algo de la deuda y que Shawez y sus hermanos pudieran recoger sus pertenencias.

La hermana menor de Shawez, Kahkashan, de 9 años, ha sido la más afectada. Casi todos los días, levanta el teléfono, le marca a su madre y habla con ella como si estuviera en el otro extremo.

“Madre, ¿cuándo vendrás? Te extraño”, dice.

“Mi único sueño es dar una educación a mis hermanos”, mencionó Shawez.

“Mi madre solía llamarme cuando estaba trabajando y me preguntaba: ‘Hijo, se está haciendo tarde. ¿A qué hora vendrás a casa?’. Ahora ya nadie me llamará”, comentó.

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