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“Mi mundo se está viniendo abajo”: Estudiantes extranjeros varados en Estados Unidos por el coronavirus

Más de un millón de estudiantes extranjeros que dejaron sus países para estudiar en Estados Unidos. Estas historias cuentan sus desventuras desde no graduarse, no encontrar empleo, mudarse y padres endeudados para sostenerles a distancia.

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Anna Scarlato, una estudiante de Italia de la Universidad de Chicago, que se encuentra en California por ahora. Imagen:  Anna Scarlato.

Anna Scarlato, una estudiante de Italia de la Universidad de Chicago, que se encuentra en California por ahora. Imagen: Anna Scarlato.

Cuando las universidades cerraron de repente el mes pasado debido a la pandemia del coronavirus, muchos estudiantes regresaron a la casa de sus padres, acongojados por tener que renunciar a su vida social y a importantes oportunidades de intercambios en el campus.  Los que estaban a punto de graduarse perdieron la oportunidad de iniciar una etapa de trabajo que no sea virtual.

Pero el cierre de los campus ha traído desventuras mucho más grandes a la vida de los más de un millón de estudiantes extranjeros que dejaron sus países para estudiar en Estados Unidos. Muchos estaban viviendo en los dormitorios universitarios y tuvieron que encontrar un nuevo lugar donde vivir, lejos de su país, en un país en cuarentena.

Una cantidad importante de estudiantes internacionales también está pasando por una crisis económica en su vida: las restricciones de su visa les impide trabajar fuera del campus, el cual ahora está cerrado. Y aunque algunos proceden de familias lo suficientemente adineradas como para pagar su alojamiento o regresarlos a casa, muchos otros ya habían estado teniendo problemas para arreglárselas con las colegiaturas, que tienden a ser mucho más elevadas que para los estadounidenses.

Algunos estudiantes extranjeros dicen que conforme se reducen sus cuentas bancarias, han tenido que recurrir a los bancos de alimentos para obtener ayuda. Otros están quedándose en la casa familiar de sus amigos, pero no saben cuánto tiempo más les darán alojamiento. Quienes se fueron a su país antes de que cerraran las fronteras, no saben si podrán regresar.

“Mi mundo se está viniendo abajo”, afirmó Elina Mariutsa, una estudiante rusa de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Northeastern cuyos padres vendieron un apartamento y les pidieron prestado a sus amigos para pagar la colegiatura de los semestres anteriores.

Ella está segura de que, con la rápida devaluación reciente del rublo en medio del desplome económico global en marcha, su familia no podrá pagar los 27.000 dólares de su último semestre en la universidad… no digamos ayudarla con sus gastos actuales de manutención.

“No sé si podré graduarme. Por el momento, en definitiva no podemos pagar el último semestre, y literalmente solo quedan cuatro cursos”, señaló.

Un campus vacío de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, el 25 de abril de 2020. El cierre de los campus en todo el país ha creado una calamidad mucho mayor en la vida de los más de un millón de estudiantes internacionales que abandonaron sus países de origen para estudiar en los Estados Unidos ya que muchos habían estado viviendo en residencias universitarias y se les permitió tratar de encontrar nuevas viviendas en un país bajo encierro. (Sasha Rudensky / The New York Times)

Las universidades, que por lo general reciben de los estudiantes extranjeros un porcentaje importante de su presupuesto, dijeron que de inmediato se abocaron a ayudar a los estudiantes internacionales al abrir una cantidad limitada de dormitorios cuando era posible, mandando a los alumnos a su país en algunos casos y presionando al gobierno federal para que les dieran apoyo. La Universidad de Nueva York, en donde hay más estudiantes extranjeros que en cualquier otra del país, creó becas de emergencia disponibles para los estudiantes internacionales.

“Es una situación difícil y está empeorando constantemente”, comentó Jigisha B. Patel, asesora principal de los estudiantes internacionales en la Universidad del Northeastern. “En verdad todos se han puesto a hacer lo que pueden en estos momentos”.

El gobierno federal ha intervenido para ayudar a los estudiantes universitarios que han resultado afectados por la pandemia del coronavirus, pero en concordancia con su programa “Estados Unidos primero”, el gobierno del presidente Donald Trump anunció el miércoles que los estudiantes internacionales e indocumentados no serán considerados en la ayuda federal de 6000 millones de dólares destinados a que los estudiantes paguen gastos como comida y alojamiento.

Muchos estudiantes dijeron que la ayuda proporcionada por las universidades estaba lejos de ser suficiente.

“Fue un momento muy caótico porque no tenía idea de a dónde podía ir”, comentó Anna Scarlato, una estudiante italiana que en marzo le dijeron que en unos días tendría que salirse de su dormitorio en la Universidad de Chicago.

Sin tener a dónde ir, Scarlato se fue al dormitorio de su novio en otra facultad, pero al día siguiente se enteraron de que también iban a cerrar el alojamiento en ese campus.

Scarlato acordó subarrendar un cuarto en un apartamento de Chicago, pero luego supo que sus padres, quienes estaban en cuarentena en Italia por la pandemia, no podrían ir al banco a fin de transferirle dinero para pagar ninguna renta.

En el último momento, la madre de su novio le compró un boleto para que fuera con él a su casa en el condado de Orange, California. “No tengo idea de dónde voy a estar en las próximas dos semanas ni en un mes ni en dos meses”, afirmó. “Siento como si de alguna manera fuera un parásito”.

Algunos estudiantes no han querido decirles a sus familias, las cuales ya estaban teniendo dificultades para pagar sus estudios, a qué grado llegan sus problemas.

Stephany da Silva Triska comentó que su madre en Brasil dejó de salir a comer en restaurantes, no cambió su viejo auto y redujo el gasto en vacaciones para que su hija pudiera estudiar Política en la Universidad Estatal de California, campus Long Beach.

A su vez, Triska se esforzó mucho para compensar el sacrificio de su madre. Los profesores le dieron el reconocimiento de estudiante de último año sobresaliente en su licenciatura y ganó una prestigiada beca de política internacional.

La ceremonia para otorgarle el reconocimiento ha sido cancelada y su beca está en espera. Sin embargo, sus problemas son más grandes y uno de ellos es si podrá terminar la universidad. También se ha hundido la empresa de diseño de interiores de su madre, misma que financiaba la parte de sus estudios que no cubrían las becas.

Triska, quien vive en un apartamento que paga gracias a su empleo de estudiante, todavía debe 600 dólares de la colegiatura de su último semestre de universidad.

“Cada vez que ingreso a mi cuenta de estudiante, veo el saldo de 600 dólares. Ni siquiera sé con quién debo acudir, si estarían abiertos a renegociar el saldo pendiente”, señaló Triska.

Los estudiantes que se volcaron a los aeropuertos para ganarles a los cierres inminentes de las fronteras y están esperando en su país a que termine la pandemia tienen miedo de enfrentarse a problemas legales cuando intenten regresar a Estados Unidos para terminar sus estudios.

Mercy Idindili, una alumna de segundo año que estudia Estadística en la Universidad de Yale, señaló que regresó a Tanzania luego de que se sintió presionada a hacerlo por una serie de correos electrónicos de los administradores de la universidad que aclararon que la institución iba a hacer “muy pocas excepciones” con los estudiantes internacionales que quisieran quedarse en Estados Unidos.

Al principio, Idindili pensó en quedarse con una amiga en Georgia, pero cuando otros estudiantes extranjeros le advirtieron que la situación podría resultar incómoda si se prolongaba demasiado, Idindili decidió irse a su país en el último momento.

Antes de salir con un boleto pagado por la facultad, se aseguró de advertirles a sus profesores que estaría adelantada siete horas y que su acceso a internet no sería constante debido a los apagones frecuentes.

“Sinceramente, toda esa semana fue muy dura”, comentó. “Lloré mucho porque estaba muy confundida y decepcionada de todo”.

Al principio, había estado despertando a las 3:00 para asistir a las clases virtuales de un curso de Álgebra Lineal que le estaba resultando difícil. Pero su profesor ha comenzado a grabarle las clases, lo cual le está ayudando a mantenerse al día.

Pero la visa de Idindili para volver a ingresar a Estados Unidos se vence en julio y los consulados estadounidenses en el extranjero están cerrados por tiempo indefinido. El Departamento de Estado también ha suspendido los trámites de visas hasta nuevo aviso.

“Tengo mucho miedo de lo que vaya a suceder si Tanzania no resuelve este problema con la rapidez suficiente y deciden dejar cerrado el consulado de Estados Unidos durante mucho tiempo y yo no puedo renovar mi visa para regresar a la escuela”, señaló.

La situación legal de todos los estudiantes internacionales se ha vuelto más incierta debido a la pandemia del coronavirus. Por lo general, sus visas requieren que tomen clases presenciales y no en línea. El Departamento de Seguridad Nacional atenuó esa disposición de manera temporal como consecuencia de la crisis, pero en cualquier momento puede revocar esta dispensa.

Algunos estudiantes dijeron que no pueden esperar a que haya una solución más definitiva para su problema con las visas. Emma Tran, quien estudia Artes Plásticas y Psicología en la Universidad Estatal de California, campus Long Beach, se soltó a llorar cuando nos explicó que en el banco solo tenía el dinero suficiente para pagar otro mes y medio de sus gastos para vivir, y que probablemente tendría que regresar a su casa en Vietnam.

Tran perdió sus dos empleos en el campus por la pandemia del coronavirus. Los ingresos de sus padres procedentes de un apartamento que poseen, la mitad del cual alquilan a los turistas, también han caído estrepitosamente.

Para tratar de hacer rendir sus fondos, al principio Tran fue a un banco de alimentos en el campus, pero sus padres la exhortaron a no recibir donaciones que tal vez otras personas necesitaran más que ella. Desde entonces, come más arroz en sus comidas y no come carne o limita su consumo para ahorrar dinero.

“Mi mamá dice que si esto no se arregla en dos o tres meses, tendré que regresar a casa”, comentó. “Es muy triste”.

En una foto proporcionada por Sam Brakarsh, Sam Brakarsh, estudiante de tercer año de Yale, estudia psicología social y salud global. (Sam Brakarsh vía The New York Times)

Sam Brakarsh, alumno de tercer año que estudia Psicología Social y Salud Global en la Universidad de Yale. (Sam Brakarsh vía The New York Times)

Anna Scarlato, estudiante italiana de la Universidad de Chicago que por el momento está alojándose en California. (Anna Scarlato vía The New York Times)