Según la tradición, Jesús pisó estos mismos lugares y contempló también desde este lugar la vieja ciudadela. Entre los presentes, ataviados con ropa cómoda para la ardua tarea, hay gente de Italia, Francia, Suiza, Suecia, Filipinas, India, México y otros países. Algunos son más religiosos y exhiben la emoción que les genera estar aquí, mientras que otros lo aprovechan como una experiencia familiar.
“El significado de este jardín, aquí en Jerusalén, es entender que estamos juntos y somos una familia”, explicó el franciscano Dalla Gassa, que hace cuatro años dio comienzo a esta iniciativa, con la intención de generar una experiencia positiva en el huerto.
Luego de rezar un padrenuestro todos juntos, los presentes cogieron las escaleras, rastrillos, lonas y baldes y comenzaron a bajar las aceitunas negras de los árboles, bajo un sol radiante y con la Explanada de las Mezquitas como telón de fondo.
“Es la primera vez que hago esto y lo considero un servicio para los demás, es poder poner mi granito de arena en algo muy simple, muy chiquito”, dijo Martha Navarros Correa, argentina residente en la ciudad palestina de Belén.
Junto con Martha llegó también la mexicana Dulce Itzel Doroteo, que se mostró emocionada y destacó lo que significa para ella esta actividad: “Es dar todo de ti hasta lo mas profundo, exprimir bien, como el aceite se exprime, así exprimir mi vida hacia el Señor”.
La recogida de aceitunas duró cuatro horas y continuará a partir de mañana, encabezada por los franciscanos, que cuidan de los más de 900 olivos que hay en en lugar.
Después, las aceitunas son enviadas al Monasterio de Latrún, en el centro de Israel, donde se elabora un aceite que es luego distribuido a distintas comunidades religiosas en Tierra Santa y alrededor del mundo.