Internacional

Por miedo a atentados, cristianos se blindan antes de Navidad

Con sus iglesias rodeadas de cámaras de seguridad y sus calles casi desiertas, el barrio cristiano de Qamishli no tiene ánimo para celebrar la Navidad.

Dos jóvenes sirios caminan en una de las calles del barrio cristiano de Qamishli, donde la celebración de la Navidad ha quedado relegada. (Foto Prensa Libre: AFP).

Dos jóvenes sirios caminan en una de las calles del barrio cristiano de Qamishli, donde la celebración de la Navidad ha quedado relegada. (Foto Prensa Libre: AFP).

Al contrario que en los años anteriores, la decoración navideña y de año nuevo no lucía en Wusta, la principal arteria del sector cristiano de la ciudad de mayoría kurda de Qamishli, en el noreste de Siria, un país arrasado por la guerra.

En una esquina de la calle el restaurante Domino, sacudido por un atentado suicida el 22 de mayo, está prácticamente vacío. 

“Los atentados ocurridos en la Nochevieja del año pasado tuvieron un efecto negativo en nuestro sustento. Ahora, la gente tiene miedo de ir a los restaurantes”, dice con aire sombrío el propietario del Domino, Nidal Zahawi, mientras da vueltas a su café. 


“No se ve a nadie este año”, afirma este hombre de pelo cano y unos cincuenta años, destacando la falta de entusiasmo a la hora de decorar los lugares por las fiestas. “No tenemos corazón” para celebraciones, suspira.

El Año Nuevo pasado, tres atentados, dos de ellos en Wusta, todos reivindicados por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), dejaron 16 muertos y 30 heridos. Después de ello, el sector cristiano se vio golpeado por otros ataques, sobre todo, contra restaurantes.

Desde entonces, la avenida está defendida por la milicia cristiana siriaca “Sotoro”, próxima al régimen, y por sus habitantes. Únicamente se autoriza un acceso a la avenida para el tráfico rodado.

“La gente tiene miedo”

En las principales vías, las guirlandas y los árboles de Navidad han dado paso a las cámaras de vigilancia, principalmente alrededor de las iglesias. 

En la sede de la fuerza “Sotoro”, protegida por sacos de arena y en cuyas paredes cuelga el retrato del presidente sirio, Bashar Al Asad, uno de los responsables militares, sentado a la mesa, afirma que “se prohibieron los carnavales y las concentraciones tras una decisión de la iglesia”.

“Nuestro deber es proteger a las iglesias y los sectores cristianos con la colaboración de las fuerzas presentes en la región, incluidas las del régimen y las de los kurdos”, asegura, pidiendo el anonimato por razones de seguridad.


“Hemos previsto cerrar las calles que conducen a los barrios, instalar cámaras de vigilancia y aumentar las patrullas en el barrio y en torno a las iglesias para evitar cualquier ataque terrorista”, agrega. 

Algunas tiendas sí que decoraron sus escaparates con campanas, figuras de Papá Noel y mensajes con buenos deseos para el próximo año. 

“La gente no se siente muy feliz. No es como al año pasado antes de los atentados”, explica Kostan Sergon, propietario de una tienda de artículos de decoración navideña. 

Sin carnavales

“La gente compra pero para decorar sus casas, por sus hijos”, afirma este hombre, de 35 años. “Ya no compran como antes”, agrega. 

Además, las familias de las víctimas vivirán este año el primer aniversario de la muerte de sus allegados en estos atentados, una razón de más para la melancolía reinante. 

En la iglesia de la Santa Virgen, donde la decoración se limita a un árbol de Navidad, el pastor Abdel Messih Yusef recuerda el trágico atentado que “dejó mártires entre los jóvenes de nuestra comunidad”. 

Las celebraciones “tendrán lugar este año únicamente dentro de la iglesia y se limitarán a los rituales religiosos. No habrá carnavales”, señala. Los siríacos son la más importante comunidad cristiana, por delante de los asirios y la comunidad armenia, de Qamishli. 

En plena calle, Melinda Glo, de 23 años, que se mudará a Australia, donde ya viven sus padres, recuerda las navidades pasadas, en las que reinaba el ambiente festivo. “Hoy, la mayor parte de nuestros amigos amigos se han ido”, lamenta, deseando “paz para todos”.

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