La oficina federal de prisiones informó que Honken fue declarado muerto después de una inyección letal del poderoso sedante pentobarbital en la prisión federal en Terre Haute, Indiana.
El reo había sido condenado en 2005 por haber matado a cinco personas en julio de 1993. Las víctimas fueron un informante del gobierno, una mujer y dos niñas, en su esfuerzo por frustrar su procesamiento por tráfico de metanfetamina.
En esta misma semana fueron ejecutados Daniel Lewis Lee y Wesley Ira Purkey.
“No había razón para que el gobierno lo matara ahora”, dijo Shawn Nolan, el abogado de Honken, en un comunicado. “El hombre que mataron hoy era un ser humano que podría haber pasado el resto de sus días ayudando a otros y redimiéndose aún más”, agregó.
Honken recitó un poema del inglés Gerard Manley Hopkins llamado “Heaven-Haven”, como sus palabras finales.
Una cuarta ejecución federal está programada para el 28 de agosto, cuando Keith Dwayne Nelson reciba una inyección letal por la violación y asesinato de una niña de 10 años.
Daniel Lewis Lee, de 47 años, un supremacista blanco condenado por los asesinatos en 1996 de tres miembros de una familia, fue ejecutado el martes y Wesley Ira Purkey, de 68 años, el jueves por la violación, asesinato y desmembramiento de una adolescente de 16 años en 1998.
Los tres hombres presentaron apelaciones de última hora por diversos motivos pero fueron rechazadas por los tribunales inferiores o el Tribunal Supremo.
La pena de muerte se restableció a nivel federal en 1988, pero solo se había utilizado en tres ocasiones antes de las ejecuciones de esta semana, la última en 2003.
El presidente Donald Trump, que pugnará por la reelección en noviembre, pidió un mayor uso de la pena capital, especialmente para los narcotraficantes y los asesinos de policías.
Solo un puñado de estados, ubicados principalmente en el conservador sur del país, todavía llevan a cabo activamente ejecuciones.
En 2019, 22 personas fueron ejecutadas.
La mayoría de los delitos se juzgan según las leyes de cada estado, pero los tribunales federales manejan algunos de los delitos más graves, como los ataques terroristas, los crímenes de odio y los casos de crimen organizado.
Una de las ejecuciones federales recientes más notables fue la de Timothy McVeigh, quien recibió una inyección letal en 2001 por un atentado contra un edificio federal en Oklahoma en 1995, que mató a 168 personas.