“En Francia es un tema un poco tabú, por eso la gente viene aquí a descansar un rato sin que se entere nadie en la oficina” , agregó Chansavang, de 31 años.
El local, situado en el Passage Choiseul, cuenta con seis cabinas de siesta, tres de ellas equipadas con sillones automáticos de masaje encargados a medida que cuestan “varios miles de dólares” y otras tres con camas en las que recostarse o someterse a un masaje shiatsu.
Los clientes, más mujeres que hombres, son esencialmente profesionales que trabajan en una zona de oficinas y que acuden al “bar de siestas” sin cita previa.
Allí, por US$15.4 se puede disfrutar de una “microsiesta” de 15 minutos. Las tarifas aumentan progresivamente hasta los US$35 por una “siesta real” de 45 minutos, aunque se pueden suscribir abonos que reducen la cuantía.
Además de tomar un té, los usuarios pueden también disfrutar de una sesión de pedicura orgánica practicada por peces o comprar diferentes productos relacionados con la cosmética o la relajación.
“Hay conceptos que se acercan al nuestro, pero como este no hay ninguno en Francia” , explicó el fundador, que alabó las virtudes de echar una cabezada a mitad de jornada porque facilita la “recuperación física y muscular” y también “la intelectual, ya que mejora la memoria y la creatividad”, dijo.
Aunque Chansavang ha viajado a destinos turísticos como Barcelona, Mallorca o Ibiza y habla un poco de español, la inspiración de su “bar de siestas” viene de Asia, comentó.
Abierto este local desde el pasado septiembre, los dueños reflexionan ahora sobre la posibilidad de abrir otros centros en el distrito de negocios de La Défense, a las afueras de París, o en otras ciudades de Francia como Lyon (este) , Lille (norte) o Montpellier (sur).