VENTANA

18 años, sin excepción

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Los guatemaltecos iniciamos un proceso de cambios para recuperar a Guatemala del estancamiento, de la corrupción, de la impunidad desde hace seis meses. Desde entonces hemos cobrado conciencia de que la frontera que marca la diferencia entre el bien y el mal, esa línea divisoria que sostiene la vida y el respeto en una sociedad sana, se fue borrando sutilmente de nuestro horizonte nacional hasta que Guatemala se convirtió en un territorio sin límites, “en tierra de nadie”, susurró el Clarinero. Aquí se masacra, se lincha, se extorsiona, se asesina, se viola, se miente con descaro. Esa fue la tónica del gobierno de Otto Pérez Molina y de Roxana Baldetti. Esa fue la “gota que derramó nuestra copa”, hasta que los guatemaltecos iniciamos el proceso para detener la caída hacia los infiernos… hacia donde las mafias nos conducían. Pero esta historia no ha terminado. Como dicen las agrupaciones de estudiantes que caminan al frente de las manifestaciones: “Esto apenas empieza”. Las elecciones del próximo domingo no nos entusiasman. A mi juicio, quede quien quede, será más de lo mismo. La diferencia dependerá de nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos el desafío de seguir juntos y atentos, para continuar fiscalizando la nueva coyuntura que se nos viene. Así como queremos hacer cambios en el lado productivo, porque carecemos de suficientes empleos, así necesitamos saber ¿qué haremos con nuestra niñez y juventud, que es la población en mayor riesgo? Ellos son nuestro futuro.

Me preocupa que el promedio de escolaridad en las niñas, especialmente en las comunidades rurales indígenas, no supere el tercer grado de primaria. Si mantenemos la exclusión de las niñas del sistema educativo, Guatemala seguirá estancada. Solo el año pasado, el Observatorio de Salud Reproductiva (Osar) dio a conocer que, a partir de enero a noviembre, se reportaron 71 mil embarazos en niñas y jóvenes de entre 10 y 19 años. Y de estos 71 mil embarazos, ¡cinco mil 119 corresponden a menores de 14 años! Estos embarazos prematuros son fruto de agresiones sexuales y tienen efectos devastadores en la vida de las niñas y de sus bebés. Durante la campaña electoral no percibí una evidente preocupación de parte de los candidatos para apoyar programas que contemplen la educación sexual como una prioridad en la vida de las niñas. Existen organizaciones como Plan Internacional que han desarrollado programas de orientación con grupos de niñas para desarrollar sus capacidades, su autoestima y confianza en ellas mismas, que les permita tener un mayor control de sus vidas. Es indispensable abrir espacios de diálogo en las comunidades rurales para discutir temas que son considerados “prohibidos”, como la salud sexual y reproductiva, los derechos de la niñez, la violencia y la inseguridad en los hogares y en las escuelas.

Un paso necesario para apoyar a las niñas que son víctimas de abuso sexual, agresión física, violencia psicológica y dominio económico es fijar en 18 años la edad mínima para contraer matrimonio. Los chapines anhelamos un Estado de vanguardia que priorice a la niñez. Que deje atrás la mentalidad machista que sigue enquistada en nuestra sociedad.

clarinerormr@hotmail.com

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