Claridad y oscuridad

Kajkoj Máximo Ba Tiul

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Para los pueblos originarios no existe el fin. Todo es principio. La muerte es el principio de una nueva vida. No se piensa en términos de resurrección, porque siempre estarán presentes y los sentimos presentes. La muerte y la vida andan juntas, no se separan. Quienes nos han antecedido, solo regresaron al lugar donde iniciaron. Como la semilla que se deposita en el vientre de la sagrada Tierra para que dé fruto. Precisamente por eso se piensa en algo que está lejos, pero que a la vez está cerca.

Todos tenemos que hacer ese camino de regreso. El camino hacia el origen, para seguir viviendo, como Junajpú e Xbalamke, que “bajaron rápido por unos escalones, pasaron por un barranco de aguas turbulentas, en medio de un montón de pájaros pasaron, estos eran los pájaros llamados Molaj. Luego pasaron sobre un río de agua podrida y sobre un río de sangre, lugares donde serían derrotados, pensaban los de Xibalbá; pero ni los tocaron con sus pies, sino sobre sus cerbatanas los pasaron. Salieron después en un lugar donde se cruzan cuatro caminos, ellos ya sabían de los caminos de Xibalbá: un camino negro, un camino blanco, un camino rojo, un camino verde”.

Los dos hermanos pasaron varias pruebas en Xibalbá y no fueron vencidos. Ellos, al final lograron vencer a la muerte y por eso los de Xibalbá se preguntaban quiénes son aquellos que no hemos podido vencer; y hasta el final revelaron sus nombres, diciendo: “¡Oigan nuestros nombres: los vamos a decir! Les diremos también los nombres de nuestros padres. He aquí quiénes somos: somos el pequeño Junajpú e Xbalamke. ¡Nosotros, pues, les hemos hecho pagar los tormentos, los sufrimientos de nuestros padres! Nosotros también sufrimos todos los tormentos que ustedes nos hicieron. De esa cuenta vamos a acabar con todos ustedes. […] Ya no hay quién los pueda salvar, les fue dicho. Enseguida se humillaron todos los de Xibalbá”.

Los hijos de la claridad, Junajpú e Xbalamke, hicieron que los de Xibalbá se convirtieran en los hijos de la oscuridad, quienes tienen la culpa de la tristeza de los pueblos, del miedo de los pueblos. Son los culpables del conflicto, del odio que hay el corazón de los pueblos.

Por eso el camino está trazado. Derrotar el sufrimiento y la muerte es la misión de los descendientes de Junajpú e Ixbalamke. Quienes nos han antecedido, nos orientan para que nosotros sigamos construyendo desde la luz y desde el amanecer. Este es el día para pensar que el camino para instaurar la luz está dado, solo hace falta retomarlo para poder derrotar a los hijos e hijas de la oscuridad, que siembran pánico, miedo y muerte. Los hijos e hijas de Xibalbá son quienes piensan que nosotros no debemos existir.

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