LIBERAL SIN NEO
Abajo son iguales
El alcalde de la cabecera municipal no fue reelecto. La gente del pueblo comenta que no fue porque se había cambiado de partido, al Líder, que poco les importa, sino que incumplió con lo que había ofrecido en la elección anterior. Había ofrecido un nuevo pozo y mejorar el suministro de agua potable, arreglar las calles que se volvieron intransitables con los inviernos y bajar la tasa municipal de alumbrado público, que dicho sea de paso, no hay. El alcalde solía regalar pescado los sábados, pero dejó de hacerlo. Cuando arrancó su campaña para la reelección, ofreció pollo por asistir a los mítines, pero terminaban recibiendo poco menos de una libra de menudos, y solamente los que estuvieran afiliados o se afiliaran en el acto. En los mítines ofrecía lo que ya había ofrecido cuatro años antes y no había cumplido. Es un pueblo pequeño con pocos votos, lejos de la cabecera municipal, pero los lugareños piensan que perdió porque no cumplió con ellos. Quedó en segundo lugar, ya que el ganador, del Partido Patriota, lo aventajó por 20 puntos porcentuales.
El candidato ganador ofreció lo mismo que ofrecía el que ganó cuatro años antes. En su propaganda, especialmente las vallas, aparecía sonriente, al lado de un enorme chorro del que salía agua abundante y cristalina. Las familias jóvenes están esperanzadas, pero los viejos son más escépticos.
El verdadero centro de poder en el pueblo no es la alcaldía de la cabecera municipal, sino el Consejo Comunitario de Desarrollo, conocido como el Cocode. En este caso, el alcalde comunitario, quien preside el Cocode, es también el fontanero, que controla el agua muy escasa y decide cuánto, cuándo y a quiénes les otorga el preciado líquido, por el que pagan mensualidad. Ocho parientes cercanos, entre ellos su esposa, hija y sobrinas, trabajan en la escuela de la comunidad. Su familia extendida también controla el Cocode.
A principios de año llegaron al pueblo representantes de una empresa constructora a ofrecer la construcción de casas de bloc, con dos habitaciones, con generoso subsidio del Gobierno y en coordinación con el Cocode. Más de 500 familias lograron pagar el adelanto para hacer la reserva. El procedimiento consistía en llenar formulario y aportar Q3,500. A algunos les pareció extraño que tenían que depositar Q2,000 a la cuenta bancaria de la empresa y Q1,500 a la cuenta del promotor del proyecto. No han recibo ni factura, solo las boletas de depósito bancario. Construyeron a medias alrededor de una docena de casas; las primeras fueron las del alcalde comunitario y el comité ejecutivo del Cocode. El promotor llegaba ocasionalmente a decirles que el Gobierno no había trasladado los fondos del subsidio y que ya se estaba arreglando. Ya no se le ha visto. Un grupo de vecinos se organizó para ir a las oficinas de la empresa. Resultó ser una casa en una colonia en la capital, donde no encontraron a los promotores del proyecto. El comité del Cocode se ha puesto “del lado del pueblo” y asegura que se esfuerzan por lograr que los promotores cumplan con su compromiso.
Conversando con algunos vecinos del pueblo, comentan que se disponen a votar en la segunda vuelta, aunque viajar a la cabecera municipal les representa dos horas de ida y dos de regreso. Ni Sandra ni Jimmy los emociona. Otros no harán el viaje, pues se empadronaron en un municipio de otro departamento, a cambio de Q100 y un almuerzo.
Esta no es una denuncia, es una historia de cómo lo que se ve en lo grande se refleja en lo pequeño. El poder corrompe.
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