ECLIPSE
Alianza para la prosperidad
La semana pasada estuvo en Guatemala, en gira por el Triángulo Norte de Centroamérica, una delegación de alto nivel del gobierno estadounidense, presidida por el señor Thomas Shannon, consejero del Departamento de Estado de ese país, nombrado por el mismo John Kerry. Lo acompañaron los señores William Brownfield, secretario de Estado adjunto para la Oficina de Asuntos Narcóticos Internacionales; Alan Bersin, secretario adjunto del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, y Kenneth Blanco, vicefiscal del Departamento de Justicia. La visita se enmarca en la Alianza para la Prosperidad, iniciativa que pretenden impulsar los presidentes de Guatemala, El Salvador y Honduras, junto a Barak Obama, primer mandatario estadounidense.
Se trata de enfrentar, de manera “sistémica” las causas profundas de la migración ilegal de nacionales de los primeros tres países hacia el Norte.
Y esa es, precisamente, la principal cualidad política de esa iniciativa: la visión holística que se tiene del problema y de su posible solución. Se comprende, por lo tanto, que no es cuestión de levantar muros enormes, ni de fortalecer cazadores de migrantes. Se confronta así el cavernario enfoque represivo que algunos sectores sociales y políticos tienen sobre esta problemática, particularmente ciertos republicanos y afines,
Este es un gran reto para EE. UU., porque su visión geopolítica es la que tradicionalmente ha predominado en sus relaciones internacionales, especialmente inspiradas en el tema de preservar su “seguridad interna” desde el extranjero. Por consiguiente, lo social, es decir el desarrollo en la ayuda que brindan a otros países, siempre ha sido secundario a la seguridad y, usualmente, en función de maquillarla, sea para que no aparezca la desnudez de sus intereses o porque conceptualmente consideran la ayuda para el desarrollo un simple complemento a la que brindan en materia de seguridad. Esta es la visión que se intenta superar con la Alianza por la Prosperidad.
Ahora bien, en Guatemala, los valientes migrantes desafían todos los riesgos con tal de tener la posibilidad de realizar el “sueño americano” o, por lo menos, la opción de juntar algo de dinero para construir una casita, poner un pequeño negocio o simplemente enviar remesas para que sus familiares en Guatemala puedan sobrevivir. Van al norte a buscar las oportunidades que nuestro Estado históricamente le ha negado a la mayoría de la población.
La Alianza para la Prosperidad debe ser también una iniciativa digna, es decir, que no se venga a sobreponer a las políticas nacionales. Que no se imponga sobre la acción que al respecto realice el Estado guatemalteco.
Bienvenida sea la visita estadounidense y su intención de buscar que el Congreso de ese país la apruebe, en los términos referidos, es decir, como una iniciativa que articula apropiadamente seguridad y desarrollo.
Pero también es deseable que se garantice que los recipiendarios de los programas y proyectos que se derivarían de la Alianza para la Prosperidad sean quienes más la necesitan, que son los pobres y excluidos y que no venga esa iniciativa a apoyar a los mismos de siempre, con la engañosa fantasía, tantas veces vendida, de que promover a quienes son “productivos” va a beneficiar a los realmente necesitados.
Es alentador también darse cuenta que los norteamericanos no solo se preocupan de la coyuntura que vivimos en Guatemala, sino que también abordan los problemas estructurales que requieren soluciones de mediano y largo plazo.
iiliaalamilla@gmail.com