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Cleptocracia chapina

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El término hace referencia a la corrupción y a los escándalos financieros que involucran a los funcionarios que forman el gobierno de un país. Aunque la palabra empezó a utilizarse a principios del siglo XIX, se ha popularizado últimamente, sobre todo en países como Guatemala, donde sobra esta clase de politiqueros, que utilizan los recursos del Estado para organizar un saqueo sistemático, con los fondos públicos, aprovechándose de su posición dentro del Gobierno para obtener un beneficio personal indebido.

La imagen que proyecta Guatemala con un gobierno cleptócrata es de subdesarrollo, con una población incapaz de ejercer su poder democrático, para sacar del Gobierno a quienes están sustrayendo fondos de las arcas del Estado. Asimismo, el pueblo es incapaz de manifestar su inconformidad a la corrupción, en concentraciones representativas de todos los sectores sociales y no solo hacer el show con tres pelones a quienes les pagan por hacer bulla frente al Palacio Nacional. Cuando veo las concentraciones multitudinarias de los últimos días en Francia, Argentina y Rusia, pienso… ¡Cuán atrasados estamos y qué indiferente es la gente de Guatemala! Ya no podemos seguir en la misma actitud pasiva, esperando que los que nos gobiernan hagan y deshagan a su gusto y antojo, sin que nadie les ponga un alto. La inoperatividad del sistema político permite que los funcionarios chapines puedan hacer lo que quieran con los dineros públicos, y el mismo sistema los protege.

Ellos saben que pase lo que pase luego irán al Parlacén o podrán optar a otro hueso en el Gobierno para garantizarse inmunidad. Y lo más aberrante es que estos personajes son aceptados socialmente en cualquier lugar.

En Guatemala, los gobernantes viven como reyes. Es insultante observar cómo han subido de peso, desde que están en el poder su panza está desbordada y los cachetes los tienen inmensos, por los suntuosos manjares y bebidas que degustan a diario. Y no lucen bien, aunque se vistan con Armani, Óscar de la Renta, bla, bla, bla. Lucen baratos, porque todos sabemos de dónde vienen los fondos con los que compran esos carísimos outfits que insultan a la gente pobre de nuestro país. Si tuvieran un poco de dignidad renunciarían y luego se pondrían a dieta. No se diga pedirles perdón a Dios y al pueblo, por el gran daño que han hecho a millones de personas.

Y todas estas exuberancias de jets privados, yates, casas playeras, caballos exóticos, casas de campo, etc.; mientras la mayoría de la población se las ve negras para poner dos tortillas con sal sobre su mesa, porque gran parte del pueblo se encuentra en un ambiente de pobreza extrema, inseguridad y falta de los servicios mínimos a los que puede aspirar un ser humano.

Como bien recomendó el vicepresidente Biden, la Cicig debe continuar. Eso no nos quita la soberanía ni la dignidad, “para nada”, lo que sí es humillante y nos hace esclavos es tener cleptócratas gobernándonos y no poder ponerles un “basta”. La Cicig no solo debe continuar, sino además debe tener un mandato más amplio para investigar casos de corrupción gubernamental.

Imagen_es_percepcion@yahoo.com

ESCRITO POR:

Brenda Sanchinelli

MSc. en Relaciones Internacionales e Imagen Pública. Periodista, experta en Etiqueta. Dama de la Estrella de Italia. Foodie, apasionada por la buena mesa, compartiendo mis experiencias en las redes.