SIN FRONTERAS

4 pasaportes a Q9,438

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En Russellville, Alabama, Gaspar y su señora se levantan temprano con sus dos hijos para ir por pasaportes al consulado en Atlanta. La suya es una realidad para millares o millones de guatemaltecos en el exterior. Para ellos, el costo tangible fue US$1,210. “Gracias a Dios”, dicen, “todo salió bien”. “Si no, hubiera tocado regresar, y hacer más gasto”. Esto es Guatemala: “Gracias a Dios”, cada pasaporte a Q2,360.

' Un sistema consular que fue diseñado para un pasado lejano

Pedro Pablo Solares

Poco los comprendemos en su país natal. Pero entre su esposa y él, en un día de trabajo generan US$230. Aparte, movilizarse al consulado más cercano le cuesta US$400 a la familia. El transporte a consulados es una práctica que se ha vuelto necesaria para nuestra población. Le llaman “el raite” y algunos de estos “raiteros” son quienes hacen contubernio con empleados consulares que les ceden turnos privilegiados. Aparte, ya en la ciudad, la familia incurre en gastos. Desde aquí cuesta imaginarlo, pero entre comiditas, se van otros cien dólares. Luego está que tuvieron que comprar certificados de Renap, a US$50 cada uno. Es cierto, que a veces ya en el consulado se consiguen más baratos. Pero la población no lo sabe con certeza. Y para ir preparados, desde Alabama, compran cada uno al precio del mercado: US$50. Por último, el costo oficial del pasaporte. Cada uno, US$65.

Hablando con Gaspar, su fastidio mayor es que él no llegó a Estados Unidos para este tipo de pérdida de tiempo. Él piensa en sus objetivos, que los tiene claros. Su enfoque está en que estamos en verano. Las jornadas más largas dan más horas de trabajo. En su historia está un pasado en Joyabaj. Lo que recibía por un jornal eran Q40. Eso, cuando conseguía trabajo, que eran solo 15 días del mes. En Alabama, en cambio, su jefe le tiene doble turno, para cuando él diga que aguanta. Corta grama; saca la maleza de las plantas; limpia y deja bonito. Ahora en verano, en las mañanas, lo mandan al complejo de apartamentos, donde el trabajo es más duro. Después del medio día, a casas particulares, donde corta el césped. El sol cae más tarde en junio. Entonces es tiempo de aprovechar. Pueda que el paisano entre rendido a su casa cuando ya es de noche. Pero en su bolsa hay US$150 del día. Gaspar sabe que esto no durará toda la vida. Por eso, para él, un día es dinero. Esa es la mentalidad allá.

En Guatemala, en cambio, todavía vivimos con la mentalidad del quetzalito. Y un sistema consular que fue diseñado para un pasado lejano. Por ejemplo, la Ley del Servicio Diplomático es de 1963. Los cónsules solo atendían a selectas visitas ocasionales; un turista varado por aquí; un hombre de negocios que perdió su pasaporte por allá. Ya el reglamento interno de Cancillería se promulgó en el 2003, cuando superábamos el medio de millón de compatriotas en el exterior. Pero ahora que se estima que vamos hacia una quinta parte de la población afuera, no solo urge ampliar el sistema consular, sino además, pensar en nuevos diseños, en nuevas ideas. No es solo de abrir más consulados. Es de hacerlos más grandes, con más funcionarios, y con más y mejores servicios.

En la actualidad, los migrantes viven un calvario para tramitar documentos, que es el único servicio que los ata a nuestro Estado. Ineficiencias públicas abundan. Pero lo que ellos tienen es el dinero para pagar servicios de mucho mejor calidad. Con políticas diseñadas para la realidad actual, robustecer la red consular, y la creación de servicios especiales, a un costo mayor sería beneficioso para todos los involucrados. Pero en cambio, ayer leía que este gobierno “recortó” presupuesto al programa de atención consular. Un Gobierno ciego. Pienso en Gaspar y tantos otros que hoy en día pierden su dinero por los miserables documentos. Q10 mil para renovar los pasaportes. Con esos recursos, ¿seguramente hay alternativas de beneficio común?

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.