Al grano

Campañas electorales y todo eso

La regulación de las campañas electorales debe ser realista. La perfección no existe.

La democracia enfrenta desafíos estructurales relacionados con la disponibilidad de información y la capacidad de valorar las consecuencias prácticas al votar. Existen múltiples propuestas para abordar estas dificultades. Algunas defienden el desarrollo de soluciones por parte del “mercado político” mediante prueba y error, mientras que otras promueven regulaciones obligatorias para garantizar acceso equitativo a la información.

La regulación de las campañas electorales debe ser realista. La perfección no existe.

En democracias maduras, los partidos políticos invierten en definir y divulgar su ideología. Esto permite a los ciudadanos identificar las políticas que un partido respaldaría o rechazaría, lo que fortalece la confianza y lealtad hacia sus candidatos. Sin embargo, esta fidelidad ideológica tiene costos, entre ellos, la necesidad de invertir recursos para atraer simpatizantes e incrementar el apoyo ciudadano.

Los analistas y comentaristas independientes juegan un rol crítico al aportar apreciaciones que enriquecen el debate público. Estos especialistas utilizan diversos medios, como televisión, blogs o debates en plataformas como YouTube, para ofrecer perspectivas informadas a los ciudadanos.

Una propuesta común sugiere igualar el acceso de los partidos políticos a la difusión de mensajes y materiales de propaganda. Si bien esto busca evitar que la visibilidad de un partido dependa únicamente de sus recursos, plantea problemas de implementación y posibles distorsiones de preferencias ciudadanas.

Las contribuciones a los partidos políticos suelen responder a dos motivaciones principales. Primero, el respaldo ideológico: aquellos que apoyan las políticas de un partido para beneficio propio y colectivo. Segundo, la búsqueda de rentas: quienes esperan influir en decisiones futuras para obtener ventajas particulares. La regulación que obliga a compartir recursos entre partidos puede distorsionar las preferencias genuinas de los ciudadanos y es contraria al principio democrático de que el respaldo ciudadano, incluido el financiero, determine el éxito de un partido.

Es difícil evitar que los intereses particulares se canalicen a través de contribuciones financieras. Esto pone en riesgo los principios democráticos cuando partidos específicos “venden” políticas públicas mediante donaciones. Para abordar esta problemática, se proponen dos medidas principales: 1) Evitar la confección de paquetes de rentas: Las reglas constitucionales y legales deben prohibir el uso de potestades legislativas o reglamentarias para otorgar ventajas, protecciones o privilegios específicos. Toda política pública debe regirse por el principio de generalidad. 2) Transparencia y fiscalización: Es crucial que todas las contribuciones políticas sean públicas y vigiladas por un ente independiente. La transparencia mantiene la integridad del sistema democrático y permite a los ciudadanos evaluar las influencias detrás de cada partido.

Aunque estas no son soluciones perfectas, hasta ahora han demostrado ser las más eficaces.

Por otra parte, no es posible determinar anticipadamente si un político utiliza su imagen con fines electorales o en el curso de sus actividades como político, exponiendo su ideología. Esta determinación puede ser subjetiva y sesgada. Los factores distintivos son muchos y para apreciarlos adecuadamente haría falta contar con criterios válidos consistentemente aplicados.

Así, la transparencia y fiscalización rigurosas son esenciales para preservar la legitimidad del proceso democrático y al paso que se debilita al Tribunal Supremo Electoral, esto se desvanece.

ESCRITO POR:

Eduardo Mayora

Doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona y por la UFM; LLM por la Georgetown University. Abogado. Ha sido profesor universitario en Guatemala y en el extranjero, y periodista de opinión.

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