ALEPH

Caso Los Pasaco, símbolo de país

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En 1996, año en que se firmaron los acuerdos de paz en Guatemala, una de las bandas criminales más peligrosas de los años 90 secuestró a un hombre y a su hijo de 6 años mientras se dirigían a la parada del bus escolar. Era la banda de los Pasaco, denominada así por el lugar de origen de sus integrantes, en el oriente del país. Veinticinco años después, ese niño que debió salir del país junto a su familia luego de tan fuerte experiencia devuelve lo vivido a través de un registro fotográfico y escrito.

' En esta ciudad hay rastros de la violencia en cada esquina.

Carolina Escobar Sarti

En su camino a la propia reconstrucción, aquel niño, llamado Luis, decidió volver como adulto a los lugares, símbolos y personas que algo habían tenido que ver con su secuestro. Decidió retratar lo más significativo para él e incluso hablar con un miembro de la banda que está en prisión. Pero no lo hizo como una salida catártica o personal, sino preguntándose qué tenía que ver su propia experiencia de hace un cuarto de siglo con la Guatemala de hoy. Lo hizo como un ejercicio reconstructivo que busca poner en relación varias ideas, tiempos y reflexiones sobre un país eternamente secuestrado por la misma razón que él y su padre, al igual que varias personas más, fueron puestas en cautiverio e incluso asesinadas por los Pasaco: por dinero.

Esto lo entendió Luis cuando entró, en el año 2019, a la cárcel de El Infiernito, buscando hablar con un miembro de la banda, y en su lugar encontró al líder de la misma, quien había organizado su secuestro y el de su padre. Tomando un refresco juntos, ese mismo líder le confiaría a Luis que los Pasaco no tenían ninguna motivación política u otra razón oculta para haber cometido los secuestros, más que la económica. Escuchando esto de Luis, pienso en la Guatemala capturada de hoy por bandas criminales bien articuladas desde los lugares de poder y los puestos de decisión. Desde allí torturan a la población hasta cobrar el rescate que terminamos pagando todos, por ninguna otra razón que el dinero.

Guatemala sigue siendo un país secuestrado, y la niñez lo vive cada día. En esta ciudad hay rastros de la violencia en cada esquina. Hoy una niña vio cómo le disparaban a un joven para robarle una moto en una calle que seguramente no olvidará nunca; mañana un niño agregará a sus memorias el agujero de una bala en la pared de su casa. ¿Quién, que entre hoy a un lugar donde se vende pollo frito, sospecharía que en el baño de ese restaurante dejaron hace 25 años el dedo del padre de Luis, como prueba de que seguía vivo, pero no lo estaría más si no pagaban el rescate? ¿Quién podría imaginar que, detrás de un rótulo del km 32 dejaron alguna vez una nota para el líder del grupo de rescate? Guatemala está llena de pequeñas historias con innumerables huellas que hablan de violencia, tortura, cautiverio, corrupción y muerte.

Dos de los integrantes de la banda los Pasaco fueron los últimos condenados a muerte en Guatemala en el 2000, bajo el gobierno de Alfonso Portillo, antes de que la pena de muerte se prohibiera para siempre en el país. El resto de la banda fue poco a poco capturado a lo largo de los años. ¿Cuáles son las memorias de un hombre de 31 años que a los 6 vivió una experiencia tan traumática? ¿Cómo vive una familia guatemalteca las múltiples violencias a las que nos somete este país desde hace décadas? ¿Es cierto y posible lo del síndrome de Estocolmo? ¿Cuánto hemos cambiado como sociedad después de la guerra? ¿Por qué los familiares de los secuestrados no aceptaron la oferta de quienes capturaron a los primeros Pasaco, cuando les aseguraron que podían asesinarlos por mil quetzales sin dejar huella y, por el contrario, eligieron seguir adelante con el juicio penal?

La exposición fotográfica Pasaco, 1996 se inaugura al final de hoy en el espacio cultural la ERRE, Cuatro Grados Norte. Una conversación más extendida sobre todo esto la tendremos entre Luis y yo el sábado 13 de marzo, a las 10.30 am, en el mismo espacio, observando todos los protocolos de distanciamiento y bioseguridad. Por si quieren pasar.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.