SIN FRONTERAS

Como las puertas de un Titanic

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El termómetro marcaba que la temperatura ambiente estaba a cero cuando el barco pegó contra el témpano. El agua del océano, aún un par de grados menos. El Titanic cargaba a 2,200 almas; una tripulación de unos 900, y poco más de 1,300 pasajeros. De estos, la mayoría (708) viajaba en la tercera categoría. Los pobres, viene rápido a mente. Pero más que eso, eran los migrantes de la época. Británicos, irlandeses y otros europeos, en su mayoría, que viajaban con aspiración de hacer nueva vida en la “América” de oportunidad. En la historia quedó relegado que este nicho estaba dirigido al segmento de migrantes permanentes. De hecho, la primera parada ya en el Nuevo Mundo habría de ser en la isla de Ellis, en aguas cercanas a Nueva York. Ahí se situaba el puerto de entrada por donde entró la mayoría de gente que pobló el EE. UU. de inicios del siglo XX. La compañía propietaria diseñó camarotes sencillos, pero privados, para esa categoría. Eso justificó el alto precio del boleto, que vendió a un equivalente actual de 200 dólares por persona. Un alto precio que pagaron, según se cuenta, muchas familias cuyos pioneros desde antes llegaron a trabajar a EE. UU., y que tras ahorrar, mandaron a traer a sus familias. Algo así como se hace ahora.

' Los expulsados del hoy del norte centroamericano hacen recordar a los de aquella tercera categoría.

Pedro Pablo Solares

Las aguas gélidas del Atlántico norte casi daban garantía de muerte para quien no tomara lugar en alguno de los escasos botes salvavidas. La arrogancia de la naviera ordenó a reducirlos en cantidad. De hecho, el barco llevaba espacio en botes salvavidas para menos de una tercera parte de lo que era necesario. Por ello la prisa, la angustia, la desesperación, por agarrar lugar en alguno de ellos. Y por ello, también, la imposición de clase de quienes tienen más, de tomar prioridad sobre quienes tienen menos. Entre categorías de pasajeros había rejas que restringían el acceso de una a otra. Existe al día de hoy controversia sobre si el acto fue o no deliberado. Y las investigaciones oficiales posteriores explicaron sobre normas sanitarias que obligaban a llevar cerrado el acceso de la categoría humilde. Cuando el barco ya se hundía, y los escasos salvavidas comenzaron a descender al agua a medio llenar con pasajeros privilegiados, las rejas de tercera categoría retumbaron, con eco, selladas con candados, destinando a los más humildes a esa muerte inminente. De hecho, también existe controversia sobre si hubo o no candados impidiendo a los de tercera a salir y buscar salvar sus vidas. Pero independientemente de intención o culpa, lo innegable es que de tercera categoría murió un 76% de pasajeros. Mientras que dos terceras partes de primera categoría sobrevivió. Esto, a pesar de la norma de prioridad para salvarse que era para mujeres y niños, y que de los 112 niños que iban a bordo, la mayoría de ellos viajaba en tercera categoría.

Los expulsados del hoy de los países del norte centroamericano, hacen recordar a los despreciados de la tercera categoría del Titanic. Enfrentando situaciones peligrosas, aquellos encontraron esperanza en un viaje hacia el Norte. Los centroamericanos encontraron también alivio en normas humanitarias que obligan al Tío Sam a recibirlos. Los acuerdos de Tercer País Seguro, como el firmado por Guatemala en la Oficina Oval, les negaron, como aquellos infames candados, de una vital válvula de escape a las condiciones inhumanas de la región. Así como en 1912, los desafortunados del ahora enfrentan un destino incierto; una condena inminente a la adversidad. Pero también, así como en 1912 hubo viles y cobardes traidores que la historia nunca olvidó (como el propietario J. Bruce Ismay), la historia estará presente también, para juzgar a los cobardes cómplices de este acuerdo, que condenaron a sus compatriotas por salvarse sus pellejos. Qué Dios los perdone; dudo que la historia lo haga.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.