RINCÓN DE PETUL

Con circo, sin pan

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El ciclo se mira infinito. Pan y circo, y la gente vuelve a caer. Solo que aquí es sin pan y solo circo; del malo, del vulgar; de la clase de engaño que es estúpido, y además, estúpidamente predecible. Este tipo de procesión pesa feo, y no trae después recompensa. Ninguna. Pero, aun bajo esas circunstancias de timo indiscutible, dispuestos están a volverla a cargar. Malgastado el anzuelo ya de tanto con lo que por décadas le han dado, pero aún así sigue sirviendo. Y los peces, uno a uno, de todos los estratos de la gobernada sociedad, lo vuelven a morder. Con qué razón los ve uno carcajearse desde los cargos a los que son electos. Con qué razón la hinchazón en sus cuerpos, de tanta comida, de tanta bebida, de tanta porquería que se hacen pasar. Con qué razón el cinismo, con razón el desparpajo. La fórmula comprobada se pasa de generación en generación, cada vez a cambio de aún menos.

Ya ni es siquiera interesante plantear que el sistema está diseñado para saquear los recursos del Estado. Considero válido creer que es una situación ya de general conocimiento. Pero la gente, bajo alguna especie de hipnosis, está dispuesta y convencida de darle otra vuelta a esa corroída cuerda de infructuosidad. Después, cuando salen a flote las trastadas que hacen los descarados que eligieron, aquellos ya ni se decepcionan; sabían desde antes que resultarían así. Recuerdo una conversación, hace años, donde, tras discutir, resultó acorralado en sus argumentos alguien que defendía ese sistema. Conservador, él, de esos a quienes les gusta arrimarse a las élites para obtener sus propias satisfacciones, rechazaba con fervor las premisas de que —en tiempos de la Cicig— cuestionaban el sistema extractivo. “Ay, en fin, en todos lados hay corrupción”, fue el último argumento de ese pobre pusilánime.

' El voto bota la posibilidad de, aunque sea, enfrentar la realidad: No vivimos en democracia.

Pedro Pablo Solares

Hay países cuyos pueblos reciben más de algún tipo de pancito, de mala calidad, o tremendamente insuficiente. Pero, pancito al fin. Por eso se sostienen algunos autoritarismos. Como el de nuestro vecino país hacia el sur, donde el régimen logra lo que quiere porque deja prendas en el camino. Desde una cárcel que sacia la sed de sangre hasta un estadio que encandila e ilusiona. No ya ni el caso de Guatemala, donde a cambio lo que dejan son pura cantaleta. Ni siquiera de ofertas que después podrían incumplir. Simples cantaletas dogmáticas, de ideologías retrasadas, que convencen solo a un pueblo que jamás entró a la ya ni nueva modernidad. Se mezclan con las cosas de Dios. Es la primera señal de asquerosa hipocresía. Hablan de valores tradicionales, aunque ellos mismos abiertamente vivan ajenos a ellos. Ofrecen pena de muerte, cosas así. El anzuelo desgastado que no les deja de funcionar.

Coparon al Gobierno en todas sus esferas: los tres organismos de Estado y los trascendentales entes independientes como la Corte de Constitucionalidad, la Universidad y el tribunal electoral. Políticos de turno, borrachos en el poder. Y los ulteriores beneficiados, manejando a un conglomerado de candidaturas, todas hacia un mismo sentido: su eterna permanencia en uno de los países más injustos del hemisferio. Nos someten a otra aparente elección en junio próximo, donde casi dará igual quiénes resulten elegidos. Esta no es ya la democracia de hace unos ciclos, cuando aún hubo alguna clase de alternabilidad. Así, todo voto, bota. Bota la posibilidad de, aunque sea, enfrentar la realidad en que vivimos —más que nunca— desde 2015: No vivimos en democracia. Dan circo y no hay, a cambio, ya ni siquiera pan. Tiran de nuevo el anzuelo malgastado, confiados en que los peces, uno a uno, llegarán, masticarán.

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.