DE MIS NOTAS

De poderes y huesos efímeros

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Que el poder es tan efímero como un hielo en pleno sol de verano lo han dicho notables de la literatura y la filosofía. Los compendios religiosos abundan en parábolas, metáforas y alegorías. Un día están en la cúspide del poder y la gloria, al otro perdiendo la cabeza en la guillotina, o recluidos en pocilgas mugrientas.

Reyes y reinas, aristócratas y burócratas, presidentes, dictadores y emperadores pueden dar fe en sus propios retratos hablados de esta realidad tan absoluta como cierta: El poder es transitorio. La cima es un espejismo; la llanura es la norma. No existe una vía media entre la cumbre y el precipicio.

Quién sabe en dónde estarán en unos cuantos años, o mañana mismo, los energúmenos que hoy despotrican como pavos reales sus extravagancias megalómanas. De seguro siguen la misma ruta de colisión que sus antecesores “hitlerianos, musolínicos, nerónicos, husseínicos, ubicanos, norieganos, chavísticos, madúricos, somozámicos, ortegámicos” cuyas historias estarán, ampliamente registradas en los anales de los tiempos.

Pero la regla se aplica a cualquiera del montón. Uno mismo se puede engañar en el breve respiro de alguna relevancia dentro ese oráculo tan certero de la permanencia de las cosas. Si hay algo seguro y permanente es el cambio. Y sin embargo, el poder engaña. Creemos ser inamovibles en el huesito burócrata detrás del cual hoy pesa tanto nuestra firma: la gerencia, la secretaría, la dirección, el ministerio, el consultorio, la Carabina de Ambrosio. Posición con favores, prebendas y poderes que traen las mieles del poder sin pensar que la llanura nos aguarda con su “polvo y en polvo te convertirás “; de tarimas de suelo desnudo, sin pancartas, ni luces, ni bocinas estridentes. A eso volvemos todos inexorablemente, y bien vale la pena tenerlo presente en el presente.

' “La política les da a los hombres tanto poder que tienden a comportarse mal con las mujeres. Y yo espero nunca meterme en eso”. Bill Clinton

Alfred Kaltschmitt

Y sin embargo, por alguna razón misteriosa es un área ciega. Es que surcar las cimas de las montañas y cabalgar las nubes del poder es un almíbar tan dulce que nos seduce como los cánticos de las sirenas de la Ilíada, de Homero.

Yo, mentecato de las alturas, voy en la caravana con las sirenas rompiendo los tímpanos en el tráfico del mediodía. Solo a mí me seduce su dulce estridencia. La atención; las luces; mis guardaespaldas y todo el aparato de seguridad y servicio. Mi agenda está llena de citas que inflan mi ego. Personajes importantes me rinden pleitesía y atención y el protocolo me apantalla al punto de hacerme creer que es a mí, y no a la imagen simbólica que represento, a la que le rinden honores y precedencias. Y el círculo perverso se entroniza de nuevo.

Es una lección para la cual debemos estar preparados, aunque nunca lo estemos. Saber que la llanura nos llamará de nuevo. Que de un día a otro cambia el sol, y me encuentro en sombras. Que a las nubes y a las cimas solo se les puede ver desde abajo. ¿Acaso no sea esta una valiosa lección digna de ser tomada en cuenta cuando la samba mengüe y el carnaval termine?

“Hoy apenas me dejan tomar el sol… Me vigilan. La llanura hubiese sido cima comparada a esta celda minúscula y lúgubre. Soy todos los presidentes y dictadores que guardan prisión, pero ya fui Napoleón en Santa Helena, Pinochet en casa por cárcel, Somoza en Mercedes Benz en llamas.
Y la lista continúa…

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.