DE MIS NOTAS

El efecto dominó llega a Panamá

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Panamá, un país con los indicadores de desarrollo económico y humano más altos del Istmo, está atravesando momentos difíciles. La pandemia vino a exacerbar el descontento popular y ahora con los efectos de la crisis mundial, el alza en los costos del combustible, energía eléctrica, la canasta básica y el desempleo lo han llevado a una crisis. Las protestas, bloqueos y manifestaciones organizados por la mayoría de los sindicatos y gremios panameños tienen paralizado al país. Las treguas son fugaces. Los bloqueos del transporte han generado un desabastecimiento general, creando un clima de alta crispación política. Al principio, las manifestaciones las lideraba el sindicato de maestros, pero Suntracs —el sindicato de construcción más fuerte de Panamá y de conocida tendencia izquierdista—, atento a los movimientos de la región, aprovechó el “momentum” para apropiarse del liderazgo y subirse a esa inercia.

El gobierno panameño respondió convocando a una “mesa de diálogo”, en la que, después de días de negociaciones, se acordó una larga lista de compromisos, que van desde el subsidio de la canasta básica en un 30%, precios topes, tiendas de gobierno para venta de insumos básicos y compra directa a los productores a precios de mercado para distribuirlos subsidiados con un 25% de descuento. ¿Quién pagará ese almuerzo? —Diría el Premio Nobel Milton Friedman—.

Hay desacuerdos con el sector empresarial, el cual señala que las negociaciones se están llevando a cabo sin una participación plena del sector productivo. Las mesas de diálogo no han generado una tregua. Importantes carreteras siguen bloqueadas; las escuelas, cerradas y el efecto del desabastecimiento de la cadena de suministro de alimentos y otros servicios suman pérdidas de más de 500 millones de dólares. Todo lo cual evidencia un liderazgo radical, disperso, que apunta a un entorno cuesta arriba para alcanzar acuerdos y consensos.

' Diálogos pero con bloqueos. Acuerdos, pero sin la participación de sectores productivos. La situación no apunta bien.

Alfred Kaltschmitt

Sirva la reflexión para observar la alta crispación política de cómo el fenómeno de Colombia está generando una ola de empoderamiento en los movimientos de izquierda de la región. Se pretende hacer copy paste de los problemas estructurales de los gobiernos de Latinoamérica, que no han podido solucionar el problema de balancear los presupuestos, eliminar el proteccionismo arancelario, detener la inflación y vincular la masa monetaria al aumento real de la producción.

En los liderazgos de los movimientos sociales de Latinoamérica hay una deliberada ignorancia de evadir estas realidades. Aunque saben que solo la productividad genera impuestos para que el Estado los gaste, insisten en financiar sus Shangrila con endeudamientos externos, que luego llevan a la inflación, a la fuga de capitales y al estancamiento económico. No les conviene entender que para la consecución de la prosperidad, el estado de Derecho y la estabilidad política son imprescindibles para generar riqueza. Hay que agregar: Un marco jurídico apropiado, leyes que se cumplan, tribunales apolíticos que velen por el cumplimiento de las normas y un marco constitucional al margen del lawfare.

Todas estas realidades, ampliamente explicadas, registradas y sufridas por Argentina, Perú y Chile —en tiempos de Allende—, sobran, porque el objetivo es “vivir de los pobres”. Como lo dijo alguna vez Chávez: “Los pobres hacen la revolución”. O como lo repitió recientemente Petro: “Un pobre que deja de ser pobre se vuelve de derecha”. Mientras todo esto sucede, el tablero geopolítico mueve sus piezas: “Rusia, Irán y China se preparan para realizar ejercicios militares en Venezuela en agosto. De acuerdo con el Centro para una Sociedad Libre Segura, las naciones se están alistando para poner en marcha una serie de prácticas bélicas como parte de un nuevo intento del régimen de Nicolás Maduro por estrechar lazos con sus aliados orientales y desafiar a los Estados Unidos”.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.