Al grano
El formalismo farisaico
El formalismo, cuando menos, oculta la verdad.
Como en otras ocasiones, a la sociedad guatemalteca se le plantea un dilema. Se le dice por unos que la nueva ley, denominada “Ley de Fortalecimiento Financiero y Continuidad de Proyectos de Consejos de Desarrollo Urbano y Rural”, es indispensable para que los Codedes puedan ejecutar proyectos y obras que, de otra manera, pierden continuidad, se truncan y los recursos respectivos se desperdician. Por otros se advierte a la ciudadanía de que esta ley —que tildan de “exprés”— es más bien un cheque en blanco para que los Codedes gasten sin controles suficientes unos nueve millardos de quetzales adicionales.
Tarde o temprano, todos los partidos son víctimas de la telaraña.
Por lo tanto, el dilema se plantea, prácticamente, en los términos siguientes: si quieren ustedes obras y proyectos, no exijan tantos controles, seamos prácticos.
Este, me parece, es un falso dilema. Sin embargo, no puede soslayarse que el Estado, las municipalidades —que desde la Anam apoyan la ley— y sus entidades están atrapadas en sus propias telarañas. Si uno se pregunta cómo se ha llegado a esta situación, creo que se debe a dos factores principales. Uno, que refleja una suerte de mentalidad enfermiza, a saber: el formalismo jurídico, y otra, que refleja una actitud humana muy antigua, esto es: el fariseísmo político.
Así, según el índice de percepción de la corrupción iba situando a Guatemala más y más entre las jurisdicciones opacas, gracias a la mentalidad formalista se proponían por los técnicos pues, eso, más formalismos y, la oposición partidaria, legislatura tras legislatura, iba añadiendo “candados” a la Ley de Contrataciones del Estado y otras, como las que aprueban el presupuesto del Estado, esgrimiendo farisaicamente la necesidad de cuidar de la Hacienda Pública, pero, quizás, con la intención de que el partido oficial, ante la imposibilidad de ejecutar obras y proyectos, fracasara.
Al cabo de casi medio siglo y de las vueltas que da la vida, muchos de los que fueron tejiendo esas telas de araña, tanto del lado “técnico” como del partidista, llegaron a quedar enredados en ellas. Y, entonces, la pregunta se impone: ¿hay otra salida?
Por supuesto, sí la hay. Si los controles y los controladores se enfocaran en la sustancia, en el fondo de los procesos de licitación, de adjudicación, de recepción de obras, etcétera, y no en formalismos inconsecuentes, y si oficialismo y oposición consensuaran unas reglas del juego técnicamente sustentadas que estatuyan esos controles de fondo y dejen hacer sin dar un cheque en blanco, sí habría salida.
Esto no es fácil porque ha corrido mucha agua bajo el puente y, desafortunadamente, el formalismo, las reglas y controles farisaicos y su aplicación, han ido ahuyentando a los buenos y, como puede apreciarse en los índices de percepción de corrupción, esta ha ido en aumento. Así, desconocer que existen intereses creados muy poderosos que medran de esta madeja de formalismos que permiten escapar a los peces gordos y atrapan a los chicos, sería un error.
Pero, por muy difícil que sea, es imperativo intentarlo. Simple y sencillamente, es insostenible que los presupuestos estatales crezcan año con año y la ejecución y calidad del gasto vaya de mal en peor. La dificultad no es de naturaleza técnica, es de índole política y de mentalidad jurídica y, por tanto, debe exigirse a los partidos políticos, a todos, la solución.