Si me permite

El prestar atención es una prueba de madurez

Los que saben prestar atención sin interrumpir logran respeto de los que les hablan.

“Madurez no significa cuánto has vivido, sino cuánto has aprendido”. Paulo Coelho

Desde los años formativos de nuestra vida hemos sido instruidos y enseñados a prestar atención, y posiblemente por la personalidad y carácter que tenemos pudo haber sido un asunto sencillo o, por el contrario, lo hemos alcanzado por la disciplina. Posiblemente no lo recordamos, pero más de una vez seguramente se repitió la frase “a usted le estoy hablando”, lo cual nos hizo reaccionar y escuchar lo que se nos estaba diciendo. Pero nos ha sido provechoso para el resto de la vida.

Prestar atención es producto de la disciplina formativa que se tiene para las buenas relaciones.

No hay que confundir la realidad, en la que muchos tienen la capacidad de prestar una buena atención, pero simplemente porque es la curiosidad que los mueve y no el interés de una sana responsabilidad para cumplir con lo que se les está pidiendo hacer. La curiosidad es algo natural que tenemos, pero debe ser controlada como evidencia de que hemos alcanzado una madurez que nos hace responsables de cada uno de nuestros actos.

Cuando aprendemos y aceptamos cuáles son las relaciones sanas que debemos tener, se hace determinante a quién y cuándo prestamos atención, y si esto está correctamente usado en la vida diaria, nuestras relaciones interpersonales habrán de ser más que óptimas.

Como todos somos diferentes, es fácil observar cómo nos puede afectar el elemento de la distracción. Incluso en los años iniciales de la vida pudo haber sido de tal modo cultivado que con toda naturalidad prestamos atención sin el mayor esfuerzo, y otros posiblemente necesitan poner mayor empeño de su parte, porque nunca se les exigió o no se les corrigió cuando no estaban poniendo atención. En los años de nuestra niñez, cuando se nos estaba dando un encargo, este pudo haber iniciado con la frase “ponga mucha atención…”. Incluso en los estudios, algún maestro añadió algún comentario para asegurar la atención, porque sabía que si no lo hacía, afectaría al resto de lo que se estaría hablando.

Cuando en las relaciones se logra alguna medida de excelencia, es seguramente porque se ha puesto la debida atención a los detalles y no simplemente a lo que se ha dicho. Un ejemplo muy fácil de entender es cuando compramos algún aparato. Lo más normal es primeramente leer y entender las instrucciones que se nos dan para el mejor uso del aparato, y también para estar seguros de que no echamos a perderlo por no seguir paso a paso las instrucciones; porque, además, si habremos de beneficiarnos de la garantía que este tiene es porque cumplimos con las instrucciones que se nos dieron.

Como uno vive en un contexto social, esto nos lleva a desarrollar medidas de interacción. Muchos nos llegan a conocer por el modo en que prestamos atención. Por ello, cuando se nos habrá de dar alguna indicación, posiblemente sea precedida con repetición, porque hay algún precedente del pasado en el cual se nos indicó algo y no prestamos la debida atención y, como resultado, no cumplimos con la tarea asignada.

En estos días, donde hay más elementos que generan distracción, debemos caminar la milla extra con los niños que educamos, para que no solo sepan prestar atención, sino que cuando en algún momento no esté clara la información, ellos puedan pedir que se pueda repetir o ampliar, para que la tarea sea llevada a cabalidad.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.