ALEPH

El racismo como práctica social

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El sábado pasado quemaron vivo a don Domingo Choc Che, un reconocido científico maya y una autoridad ancestral del pueblo q’eqchi’. Innumerables muestras de indignación surgieron luego del hecho, tanto en Guatemala como en el extranjero. Dos días después, Alberto Cucul Choc, el guardarrecursos del Parque Nacional Laguna Lachuá, también fue asesinado. Inevitable que en medio de estos actos bárbaros saliera el tema del racismo estructural. Voy a partir de algunas preguntas, para comenzar a reflexionar acerca del racismo estructural. ¿Qué territorios ocupan las familias Choc Che y Cucul Choc actualmente? ¿A qué distancia de su casa les queda un hospital, una escuela o un juzgado? ¿En qué trabajaban ambos al momento de su muerte? ¿Cuáles fueron las oportunidades de desarrollo a las cuales tuvieron acceso desde su nacimiento? ¿En dónde estudiaron? ¿Cómo se transportaban hacia la ciudad? ¿en auto o en autobús? ¿A dónde acudían cuando se enfermaban? ¿Tenían fácil acceso a la justicia? ¿Lo tendrán sus familias luego de su muerte? ¿Cuántos empleos dignos son otorgados a personas con acento, vestimenta o apellido indígena? ¿Se cruzan los mapas de pobreza, exclusión y pertenencia cultural en Guatemala? ¿Cuántos magistrados, diputados o miembros del gabinete son mayas? ¿Dónde sucedieron la mayoría de las 626 masacres que se produjeron durante el conflicto armado interno? ¿Cuántos hemos escuchado, por generaciones, decir a muchas personas que “hay que mejorar la raza”? ¿A cuántos indígenas, por generaciones, les han cambiado el apellido y la ropa para que no sufran discriminación, como sus padres y abuelos? ¿Cuántas generaciones de indígenas tuvieron que practicar su espiritualidad y sus creencias en secreto para que no los mataran? ¿Quiénes han sido históricamente expropiados de la tierra en Guatemala? ¿Con qué mano de obra se sostuvo el Estado finquero del siglo XX?

' Detrás de las manos de quien asesina hay un sistema que permite sembrar el odio.

Carolina Escobar Sarti

Respondernos las respuestas anteriores nos aproximará al problema del racismo estructural que se ha practicado en Guatemala por siglos y que evidencia desigualdades de hecho y de derecho a lo largo de nuestra historia. Esta normalización de prácticas cotidianas, de normas sociales y jurídicas convenidas, o de políticas públicas basadas en el odio y la reproducción de estereotipos sobre los pueblos mayas y las personas que los conforman, han permitido la violencia en su contra, así como su exclusión y marginación de las oportunidades para trazar una vida digna.

Don Domingo fue asesinado por “brujo”, según las noticias. Varios miembros de su comunidad lo torturaron por horas, le rociaron gasolina y le prendieron fuego. ¿Qué tan cerca han estado todos ellos de la educación? ¿Qué tanto cuestionan lo que sus guías espirituales les dicen cada domingo? Detrás de las manos de quien asesina hay un sistema que permite sembrar el odio y profundizar el racismo estructural, a través de un continuum de ataques a las personas que defienden y protegen el conocimiento ancestral y los recursos naturales de Guatemala. Hay también fanatismos religiosos que no han entendido nada de Dios y diseminan el odio entre hermanos, satanizando la espiritualidad maya y focalizando ese odio en quienes no rezan como ellos. Están también los que quieren quitar a esos “indios” de en medio para que nadie más cuide los territorios que serán ocupados luego por monocultivos y se aprovechan de la pobreza estructural, para hacer que otros hagan el trabajo sucio. Todo habla de un sistema que se levanta sobre el racismo estructural. Es corta la vida para pasarla odiando al prójimo. Lo humano es nuestro común denominador y no nos levantaremos nunca si millones de personas siguen viviendo una serie de desventajas económicas, educativas, jurídicas y sociales. Por eso hay que seguir reconociendo y nombrando las prácticas cotidianas de racismo estructural. Somos todos parte de la misma humanidad y nadie es una isla. Nuestro destino es idéntico: seremos todos polvo o cenizas. Las campanas doblan hoy por don Domingo y Alberto, pero “nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.