A CONTRALUZ
El vacío de poder
Frente al creciente rechazo ciudadano a los desmanes de la cleptocracia que nos gobierna, no hay ninguna respuesta coherente del presidente Alejandro Giammattei, ni de los miembros de la Junta Directiva del Congreso. El poder los obnubila. Creen que con hacer burdos montajes para atacar y desprestigiar las manifestaciones ciudadanas ya no tendrán respuestas contundentes de la población. A lo más que llegó el mandatario fue invocar la Carta Democrática Interamericana para buscar el apoyo de la Organización de Estados Americanos. Craso error, porque el gobernante como niño llorón fue en busca de apoyo internacional por lo que considera “gravísimos sucesos” de “grupos minoritarios que buscan forzar un verdadero golpe de Estado”, algo que solo en su mente cabe. Esa búsqueda de respaldo internacional dice mucho de que es incapaz de establecer diálogos internos para resolver la crisis que afronta el país y de la cual él es uno de los responsables.
' La alianza que Giammattei tiene con las mafias del Congreso es una bomba de tiempo que le estallará en el rostro.
Haroldo Shetemul
El presidente Giammattei es muy dado a crear montajes, como el que hizo en el 2006 cuando desarrolló la Operación Pavo Real. Aquel año, como director del Sistema Penitenciario armó todo un escenario al estilo Hollywood con cuatro tanquetas del Ejército y fuerzas policiales para tomar el control de la Granja Penal Pavón. Con bombos y platillos se proclamó vencedor frente a las mafias que tenían tomada esa cárcel. Sin embargo, una investigación de la Cicig evidenció que más que un enfrentamiento como lo propagandizó Giammattei, aquello había sido una masacre de siete reos, a los que habían capturado, torturado y asesinados a sangre fría. Por eso no nos deben extrañar montajes como el incendio en el Congreso, el ataque a mansava contra los manifestantes el 21 de noviembre, así como la contratación de pandilleros para que atacaran y quemaran un bus frente al Palacio Nacional de la Cultura, el 28 de noviembre.
El objetivo es mostrarse como un gobierno víctima de “grupos minoritarios desestabilizadores”. Poco a poco se han caído a pedazos sus intentos por desacreditar las muestras de descontento popular y no creo que le vaya a servir de mucho un eventual apoyo que obtenga de la OEA. Por eso insisto en que Giammattei ha desperdiciado un tiempo valioso para resolver la grave crisis que afecta al país y del cual él ha sido uno de los que la ha azuzado. Su alianza con las mafias incrustadas en el Congreso es una bomba de tiempo que tarde o temprano le estallará en el rostro. Lejos de buscar el diálogo con la sociedad civil, con los pueblos indígenas, se ha enconchando. El presidente es una muestra patética de alguien que ha perdido todo liderazgo y para gobernar se refugia en esa alianza criminal. Ni siquiera es capaz de establecer un diálogo con el vicepresidente Guillermo Castillo, que se ha erigido como uno de sus críticos. Lo que hay es un vacío de poder.
Por eso es importante dejar claro que el problema no es el presupuesto desfinanciado, ni siquiera la permanencia de Miguel Martínez como director del Centro de Gobierno. Esos son los síntomas de un mal mayor. La crisis trasciende esos aspectos porque estamos frente a la certeza de que las mafias han tomado el control de los organismos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y el próximo año le caerán a la Corte de Constitucionalidad. Lástima grande que Giammattei haya traicionado a la población que votó por él y se haya aliado al Pacto de corruptos. De la ciudadanía consciente deben surgir propuestas coherentes para resolver la crisis de un Estado fallido, las cuales pasan por la depuración del congreso, por las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, del sector justicia y de la ley de servicio civil, entre otros cambios de fondo. Las actuales movilizaciones en la capital y los departamentos son una muestra de lo que vendrá en el 2021 frente a la irracionalidad de la cleptocracia.