Aleph

Embarazadas, pero no educadas

¿Por qué mucha gente les dice “sucias” a ellas y se calla ante el agresor?

¿Cómo así? ¿No es problema que una niña de 12 años quede embarazada, pero sí es problema que reciba una educación integral en sexualidad, acorde a su edad? Entre 2018 y 2024, casi 15 mil niñas menores de 14 años vivieron embarazos forzados y maternidades, la mayoría de las veces, no deseadas. Según nuestra ley, esto es un delito cometido contra ellas. Pero más allá del delito, lo que a mí realmente me importa son las miles de vidas interrumpidas.

¿Por qué mucha gente les dice “sucias” a ellas y se calla ante el agresor?

Esto es perverso y habla de la sociedad que somos: aquí se las prefiere violadas y tempranamente embarazadas, antes que educadas para vivir una sexualidad sana, responsable y plena, según su etapa de desarrollo. Un informe reciente, publicado por Human Rights Watch (HRW), titulado Guatemala: respuesta fallida a la violencia sexual contra niñas, habla de la ausencia histórica del Estado en la atención integral de este problema que ha llegado a ser una epidemia, tanto entre las menores de 14 años como entre las de 14 a 17 años, donde la cifra se incrementa enormemente. Recuerdo que, luego de la pandemia, el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (Osar) documentó más de 104 mil casos de niñas y adolescentes embarazadas, la mayoría entre 14 y 17 años.

Sigue siendo “normal” en Guatemala que una niña sea violada, como “normales” son el silencio que envuelve a la mayoría de los casos y la impunidad de un sistema de justicia que solo en el 1% de los casos por violación a niñas emite sentencias y que termina encerrándolas a ellas en una institución, mientras deja libre al violador. Esto puede tener graves consecuencias, tanto en su desarrollo integral como en su salud física, mental y emocional, “además de afectar profundamente el ejercicio de sus derechos económicos, sociales y culturales”, dice el informe de HRW.

En muchos de los casos, la violencia sexual ha sido transgeneracional. La abuela fue abusada, la madre fue abusada, la hija fue abusada y la nieta también. Esto dice mucho de la histórica tolerancia social a un problema que, por generaciones, no ha sido considerado como tal. Cuando las mujeres solo estaban en el ámbito privado, para lavar, cocinar, coser y planchar; cuando los trapos sucios solo se lavaban en casa; cuando el ámbito público les era prohibido a las mujeres, incluidas la educación, la salud y la justicia, millones de vidas de niñas y adolescentes fueron apagadas y sus voces silenciadas, porque así eran las cosas. Hoy, mucho de esto ha cambiado y millones de mujeres participan en todos los ámbitos del desarrollo, a diferentes niveles. Sin embargo, en Guatemala, la educación, la salud y la justicia siguen quedando lejos para muchas niñas y adolescentes; las violaciones continúan, así como la explotación sexual de niñas y adolescentes, y los embarazos forzados o maternidades impuestas. ¿Por qué el cuerpo de las niñas y adolescentes sigue siendo un lugar de despojo y ultraje? ¿Por qué mucha gente les dice “sucias” a ellas y se calla ante el agresor?

“El sistema educativo de Guatemala también falla en brindar apoyo a las niñas embarazadas y a las niñas madres. (…) La falta de apoyo por parte de las escuelas y el gobierno, el estigma, la presión familiar y la violencia contribuyen a las altas tasas de deserción escolar de niñas embarazadas, especialmente en comunidades rurales. Muchas son obligadas a abandonar la escuela de manera permanente y, con frecuencia, son enviadas a vivir con sus agresores o se les asignan tareas de cuidado en el hogar”, señala HRW.

Más de un tercio de las mujeres guatemaltecas experimenta violencia sexual en su vida, según el informe referido. A esta cifra le faltan muchas historias. ¿Cómo podemos creer que alguien está lista a los 13 años para algo tan serio como dar vida y cuidar a otro ser humano, pero no está lista para educarse sobre algo tan fundamental como su propio cuerpo?

ESCRITO POR:
Carolina Escobar Sarti
Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.