ALEPH

En cada elección nos jugamos el futuro

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Yo crecí creyendo lo que decían mis padres: que el propósito de los políticos que optaban a cargos públicos en una elección era representar los intereses de la ciudadanía y servir a la población, antes que servirse a sí mismos. Que debían ser honorables, capaces y dispuestos a darlo todo por un mejor mañana. Sin embargo, en la era del espectáculo, la hipervigilancia, el narcisismo y la anomia moral, me queda claro que la política chapina se ha convertido en vulgar entretenimiento protagonizado, casi siempre, por vividores del Estado, extorsionistas profesionales y enajenados mentales afines a la corrupción.

' Esta sociedad decadente de cuarto mundo se ha venido jugando el futuro por demasiado tiempo.

Carolina Escobar Sarti

La corrupción es a nuestra política lo que el disparo a los perros de cacería. Es precisamente esa corrupción la que incrementa, en el ámbito de nuestra distopía política, la sensación de que a nuestra realidad ya no cabe ficcionarla más, porque nuestro absurdo país, atrapado entre tanta sangre, tanta miseria, tanta violencia, tanta desnutrición y tanto despojo, es una burbuja suicida y surrealista donde solo caben el miedo, la ignorancia, el subdesarrollo, el consumismo y la virtualidad imparables. Es justo la impotencia ante tanta ignorancia e incertidumbre lo que aprovechan los payasos de este circo político y sus dueños.

Especialmente a nuestra clase política se le ha olvidado lo más esencial para levantar a este país: las nuevas generaciones. Si hay una receta cierta para construir una sociedad con visión de presente y futuro es la de poner en el centro de cualquier agenda política el bienestar, el desarrollo y la seguridad de sus niñas, niños, adolescentes y jóvenes. No digo nada nuevo cuando afirmo que lo que somos hoy como sociedad tiene que ver directamente con la ausencia, por décadas, de un sistema nacional de protección integral para la niñez, adolescencia y juventud de Guatemala, que hoy representan más del 70% de la población. Lo digo de nuevo, como lo dije hace más de una década: los políticos no entienden que no entienden.

Esta sociedad decadente de cuarto mundo se ha venido jugando el futuro por demasiado tiempo. La crisis del sistema político guatemalteco no es de generación espontánea y esa es la razón por la cual hoy es tan profunda. Hemos pasado por gobiernos militares, golpes y autogolpes que solo cambian rostros pero no cambian al sistema ni sus mecanismos; y gobiernos de outsiders que en realidad son solo peones de los mismos, comprados para darle las estocadas finales a esta pseudodemocracia. La mayoría de partidos políticos ya no son partidos, sino plataformas de negocios (https://www.prensalibre.com/opinion/columnasdiarias/no-son-partidos-son-plataformas-de-negocios/) sin principios, capaces de realizar rapaces intercambios comerciales alrededor de intereses muy particulares. Las narcoelecciones son hoy una farsa consentida y fabricada, en la que pocos votan y menos eligen; un evento de entretenimiento masivo, mercantil y mediocre.

Por otro lado, las remesas que envían los migrantes representan el 19% del PIB. Esto no es algo de lo cual debamos estar orgullosos; al igual que las cifras de desnutrición y analfabetismo, son números de vergüenza que confirman el más rotundo fracaso de las elites gobernantes que, durante los últimos 70 años, han condenado a millones de personas de Guatemala a la exclusión, la violencia, la inseguridad y la miseria. Nuestra macroestabilidad económica no habría ni que mencionarla, porque no se ha traducido en bienestar y riqueza para la mayoría de familias guatemaltecas. La inversión extranjera, apoyada por quienes rebuznan ¡soberanía!, tampoco, porque ha venido muchas veces a este paraíso de impunidad y corrupción a hacer lo que no puede en sus propios países, y está acabando con nuestros bosques, selvas, ríos y lagos, recursos fundamentales para nuestro futuro. ¿Para cuándo partidos que pongan a la niñez, adolescencia y juventud en el centro de sus agendas políticas? Eso sí sería una apuesta a futuro.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.