REGISTRO AKÁSICO

En fiesta designada, lo menos es el decoro

|

La celebración de la independencia de Guatemala fue una fecha escogida. No es un acontecimiento estelar; tampoco un ciclo de la naturaleza producido con menos exactitud; o una ilusión como el cumpleaños, harto inexacto. Una decisión asumida por las autoridades del Estado para fomentar el sentimiento de congregación.

' El bicentenario debe alejarse de las habladurías fáciles, ignorantes de los acontecimientos históricos.

Antonio Mosquera Aguilar

Las fiestas nacionales buscan fundar la fraternidad humana o cuando menos aligerar las desavenencias entre los miembros de una sociedad. EUA goza del privilegio de haber sido la primera república moderna y, por lo tanto, establecer una conmemoración con ese motivo. Esta primera gala ofrece enseñanzas.

John Adams, segundo presidente, propuso al 2 de julio. “Debería ser solemne, con pompa y desfile, con espectáculos, juegos, deportes, armas, campanas, hogueras y fuegos artificiales, en todo el continente, de ahora en adelante y para siempre”, escribió en una carta a su esposa Abigaíl, el 3 de julio de 1776, bajo la impresión del día anterior, cuando se votó desconocer a la autoridad monárquica por el autoproclamado Congreso Continental. No obstante las celebraciones no fueron inmediatas, faltaban los catorrazos.

Una vez vencido el ejército británico, se favoreció la fecha puesta en el documento: 4 de julio. Se pasó por alto el día cuando ocurrió la decisión. Los formalismos valen y abundan. También son prolijos los conferenciantes de mala fe. Más de alguno hubiese inventado que la fecha se estableció por el tío, para favorecer a su sobrino Samuel Adams en la venta de más cerveza. Obvio, ese comentario de mala fe desconoce también méritos nacionalistas del restaurantero. Samuel era, antes que un comerciante, un patriota. Pero, para el roñoso, nada sirve.

¿Cuántas veces se niega cualquier valor a la independencia en nuestro país? No es diferente en EUA. Todo vale para el mezquino. Hubo alguien en 1852 desacreditando al 4 de julio, bajo el vicioso argumento de carecer de significado para los esclavos. Y no se trataba de un cualquiera, sino de un intelectual de mucha valía, patrocinado por financieros filantrópicos británicos. Al ser una potencia mundial, se juzga con benevolencia ese juicio. Hasta se considera una virtud de la libertad de expresión.

En nuestro país, la independencia es afrenta. Expresar amor a la patria, saludar la bandera o cantar a nuestra nación se deshonra. Falta poco para ser delito de odio, discriminación u otro similar. Los bobos repiten: mandaban unos y pasaron a mandar otros. No les importó a los rurales, los populares, los mayas, los indígenas, etc. Nada cambió, todo siguió igual, afirman.

Aunque no tenemos una carta o documento como la del Presidente, tío del cervecero, se pueden esclarecer las razones para considerar buena a la reunión celebrada en la ciudad de Guatemala el 15 de septiembre.

En principio se escogió por arribarse a un acuerdo emancipatorio, “sin choque sangriento”. Se desecharon las reuniones clandestinas de la conjura de Belén en 1810 o las insurrecciones de las ciudades de San Salvador y León, en 1811.

También pesa bastante la aceptación de todos los gobiernos de Centroamérica de enaltecer a la reunión del 15 de septiembre. Finalmente, no se establece un caudillo ni un dirigente principal. En la firma se incluyó hasta a conservadores con títulos nobiliarios. Obvio, faltaron los apellidos de origen mayense, garífuna y otros autóctonos, pero de que hubo fiesta, ¡hubo! Después también represión, como se sabe. Igual que en el resto de Latinoamérica, habría una larga lucha con su cauda de sacrificio y pérdida de vidas humanas, hasta consolidar las repúblicas.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.