Catalejo

Es correcto declarar terrorista a todo marero

La lucha contra las maras necesita condiciones específicas de severidad legal.

La palabra “mara” deriva de marabuntas, unas 200 clases distintas de hormigas brasileñas venenosas cuyo ataque es masivo. La gente les teme, de la misma manera como hace con estos grupos de criminales. A mi criterio, declararlos terroristas es correcto, porque el terror es un tipo de miedo máximo y por estar dirigido a cualquier ciudadano, aun quien no siendo de la mara es víctima casual de asesinato, golpes y heridas. Pero también existen las guerras internas, ajustes de cuentas, peleas por territorios y demás. Son una amenaza social por esa posibilidad y por ello la lucha contra de estos criminales debe tener características especiales de dureza. Esto se cumple en el istmo pero también en Estados Unidos, donde la droga reina e impera.

La lucha contra los mareros debe incluir considerarlos terroristas, porque sus delictivas acciones lo son.

Además de narcotraficantes de cualquier nivel, se incluyen —primero— a los encargados de transportarla, lo cual es el tema de película de Netflix La Mula, protagonizada por Clint Eastwood. Y segundo: los compradores de cualquier edad, clase social o nivel económico. En otras palabras, abandonar el criterio permisivo y consentidor de ser “drogadicto de parranda”, “de aula”, “de oficina” y ya no considerarlo travesura. Esto es difícil porque el caso se parece a las armas de fuego, fáciles de adquirir y porque la sociedad estadounidense considera aceptable esas muertes (46,728 en 2023) con tal de poder comprar libremente revólveres y rifles de alto poder, parecidos al AK47 ruso, de asalto y largo alcance, el arma militar de mayor venta mundial, legalmente o no. 1.

Los países del istmo, incluyendo Guatemala, comenzarán ahora a sentir presión contra las armas, —pero creo yo— solo con aquellas en manos de los narcotraficantes, y ha puesto el ojo en el uso de éstas por motivos de campañas políticas. Es difícil aceptar el derecho de alguien de tener armas de alto poder, porque estas sólo se justifican en las fuerzas militares, y no escondidas en algún rincón del hogar. Y los criterios de no ser culpables las armas, sino quienes las disparan, es mentira y en la práctica causa risa. Según Estados Unidos, y es creíble, los ataques de los mareros han alcanzado a funcionarios, personal de seguridad, ciudadanos, niños, escolares. Pero es inútil y falso si no se castiga la compra y uso armas capaces de alcanzar 300 metros, o más.

Otro factor muy importante son los tatuajes. Si tienen un dibujo, el mensaje tácito enviado es distinto a si el cuerpo completo tiene figuras amenazantes fantasmagóricas. La razón de usarlas es causar terror para obedecer sus órdenes. La ley debe considerar delincuentes a los portadores, así como llevar armas de alto calibre debe ser comprobación de la sospecha de criminalidad, sobre todo si ambos factores están juntos y se complementen con expresiones causantes de miedo. Esto puede ser prueba de estar dispuestos a vejar a las mujeres, herir o asesinar a mujeres, quienes a veces participan activamente en las maras o en las clicas, y son tan feroces como sus compañeros. Una ventaja de esas acciones anunciadas ayer es la posibilidad de aumentar la fuerza antimarera.

Un tema relacionado con este asunto es el respeto a los derechos humanos. Estos deben reducirse en criminales multi reincidentes, y mantenerse en quienes han estado en el mal lugar en el mal momento. La meta debe ser evitar el surgimiento de un criminal más. Y la forma más fácil de hacerlo es mezclarlo con mareros confesos, despertar la frustración y el deseo de venganza. Por eso, la tonta idea de capturar a docenas al mismo tiempo, es contraproducente y no tiene asidero legal alguno, a veces por verse obligado a aceptar órdenes ilegales de los cabecillas. Pese a esos cuidados, la lucha contra las maras necesita condiciones específicas de severidad legal.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.