Escultura o monumento funerario
A mi parecer, más allá de su valor artístico, no califican como monumento funerario.

El presidente Bernardo Arévalo declaró 2024 Año de Miguel Ángel Asturias y con la complacencia de la familia se decidió traer sus restos mortales que desde 1974 cobija el cementerio parisino Père Lachaise.
A mi parecer, más allá de su valor artístico, no califican como monumento funerario.
Durante su primera estancia en París en 1920, Asturias estudió antropología y mitología indígena; de ahí que algunos críticos lo consideran el primer novelista latinoamericano en exponer ese influjo en la literatura. También se vinculó con el movimiento surrealista, del que deriva ser precursor del boom latinoamericano de los años 1960-70. Por su obra, ligada al devenir social y político de Guatemala, sufrió décadas de exilio, marginación y ninguneo local. El Nobel de 1967 lo convirtió en el tercer autor americano en recibir esa distinción. Fue el mundo quien reconoció su valor universal; de ahí la importancia de su tumba en Père Lachaise, el debate sobre su retorno a casa y qué pasará con el monumento en París, como símbolo latinoamericano.
Para quienes reconocemos el valor de Miguel Ángel y el significado de los símbolos, la repatriación de sus restos es una reivindicación trascendental. Acción consonante al momento histórico nacional tras 70 años de deterioro social, político y cultural bajo el negro manto de la corrupción y la impunidad.
El año pasado propuse someter a concurso público el diseño del monumento funerario y que el Estado designara el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias como el lugar idóneo para ubicarlo. Propuesta que coincidió con la decisión del Ministerio de Cultura y Deportes que publicó las bases del Certamen único y extraordinario de escultura “Miguel Ángel Asturias”, con “…el objetivo de seleccionar un modelo para la posterior realización del monumento mortuorio en el cual reposarán las cenizas del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, y que servirá para dar un justo homenaje al escritor y su obra, con ocasión de la repatriación de sus cenizas a Guatemala. Se tiene previsto que dicho monumento se erigirá en la Plaza Maya del Centro Cultural…”. Los trabajos debieron presentarse del 10En al 10Feb2025.
Las especificaciones y características a considerar para el diseño fueron abundantes y prolijas; así como el jurado calificador de cinco miembros, de amplias y diversas disciplinas, para calificar en función de su especialización.
El resultado fue la selección de cuatro esculturas dentro de una cuarentena presentada que, a mi parecer, más allá de su valor artístico, no califican como monumento funerario. No lo digo por los requisitos de las bases del concurso, sino desde el concepto de un monumento funerario que no fue considerado. A mi parecer, eso parte de cuatro errores de origen: 1. Se convocó a un concurso de escultura, no de monumento funerario. 2. El sitio designado no fue la explanada frente al Teatro Nacional, cruce de circulaciones peatonales y posibilidad de perspectivas de integración al paisaje natural, urbano y arquitectónico, sino un área tangencial. 3. El jurado calificador, integrado por expertos en arquitectura, urbanismo, patrimonio cultural, escultura y en la obra literaria, entre otros, no tuvo otra materia qué calificar. 4. Una escultura, por magna que sea, difícilmente impactará en la escala y calidad urbano-arquitectónica del Teatro Nacional y del Centro Cívico.
El anhelo es resaltar la imagen del más grande, potente y descomunal personaje nacional, ubicándolo en el ámbito urbano, arquitectónico y artístico más importante de Guatemala, cuya escala es grandiosa. Soy de la opinión de que, ante esa realidad, lo calificado no se lleve a cabo y que tan importante monumento se resuelva de mejor manera.