CON OTRA MIRADA
Guatemala, país surrealista
En 1839, el presidente de EE. UU., Martin van Buren, envió como embajador especial a la República Federal de Centro América al abogado, político, gran viajero y escritor John Lloyd Stephens, quien permaneció en Guatemala entre los años 1839 y 1840; período en el que la unión centroamericana se disolvió tras una guerra intestina. De 1837 a 1843 publicó en cuatro libros sus aventuras, viajes y exploraciones; en uno de ellos, Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, detalla los hechos presenciados durante la desintegración, así como datos de antiguas ciudades mayas, ricamente ilustrados por su compañero de viaje, el arquitecto, dibujante y fotógrafo inglés Frederick Catherwood. Fue pionero en la investigación de la civilización maya, particularmente de los sitios Copán, Quiriguá y Palenque.
' País surrealista, en el que la madera se hunde en el agua y las piedras flotan.
José María Magaña
Dentro de aquellos recorridos, convivió con pobladores de diversas regiones. Conoció el territorio, su riqueza y exuberancia que lo llevaron a calificar a Guatemala como país surrealista, en el que la madera se hunde en el agua y las piedras flotan, en clara alusión a las maderas duras, como el Guayacán y la piedra pómez. Para los nativos de este país, esos hechos, por ser parte de su cotidianidad, no nos sorprenden, pero para quienes vienen de otras latitudes resultan extraordinarios. Tal el caso de ver en el imponente cinturón de fuego tres volcanes en actividad asociados a retumbos y temblores de tierra, producto de las placas tectónicas en las que se asienta nuestro territorio… realidad que en el ámbito de la cultura produjo el realismo mágico en la obra de Miguel Ángel Asturias y la deliciosa descripción de Luis Cardoza Aragón: “No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar, la amamos, simplemente, porque es la nuestra”.
Pero el surrealismo también está presente en la política desde el mismo momento en que la República fue pensada por españoles, criollos, empresarios e iglesia al momento de firmar el acta de independencia del imperio español, como asentaron, antes que el propio pueblo lo haga para evitar las graves consecuencias que eso traería. Lo mismo hizo más tarde la oligarquía al apoyar el golpe de Estado en contra del Segundo Gobierno de la Revolución, en 1954, cuando abortó el avance hacia el desarrollo por “el mal ejemplo” que generaría.
De la política, el realismo mágico saltó a la esfera legal. Lo vimos nacer en el 54, crecer de la mano del rock’nroll durante los maravillosos años 60 y sus cambios culturales a nivel mundial con el festival Woodstock de 1969. Se desarrolló durante los regímenes militares de la década 70-80, y entró a su plena madurez, junto a la era democrática en 1986, estrenada con nueva constitución y gobiernos civiles. En los albores del nuevo siglo consolidó su presencia en el régimen de la legalidad, y cual si fuera un ser vivo, después de una larga vida, entró a la decrepitud.
Estado de deterioro puesto de manifiesto cuando para resolver casos políticos o jurídicos se prostituye la ley. Condición que, según opinión calificada, en un estado de Derecho, un caso político, si bien es preocupante, debe resolverse según lo que previamente determinó el legislador en la ley de la materia que afecta o relaciona. En cambio, en un caso jurídico es necesario aplicar la sapiencia del derecho, la ciencia jurídica, su interpretación, su estudio y análisis de la jurisprudencia. Cosa que, en el actual estado decadente, no se hace.