Homenaje a Edmundo Vásquez Paz
“No para cualquiera” era para Edmundo lo que resaltaba en su pluma; sobre cómo hacer política de forma práctica.

Ha partido de este plano nuestro querido Edmundo Vásquez Paz. Gran amigo, gran patriota, gran ambientalista, gran erudito, gran pensador. Y todas esas palabras se quedan cortas cuando intentan contener la vastedad de su espíritu y la lucidez de su mente. Su tránsito hacia otra forma de existencia espiritual nos deja con el eco de su voz clara, reflexiva y luminosa.
Edmundo heredó de su padre la lucha por las causas nobles, y la convirtió en misión de vida.
Hablar de su carácter humano y amable, de su intelecto afilado y su integridad inquebrantable no es tarea difícil; él lo demostró cada día de su vida, con gestos, palabras, escritos y acciones. Mundito, como le decíamos con cariño, era una pluma inmaculada, un torrente de ideas profundas que desbordaban en sus columnas y conversaciones. “No para cualquiera” era una expresión que bien aplicaba a sus textos: sabía que no todas las personas que leyeran sus columnas iban a comprender sus ideas o su análisis de cómo hacer política de forma práctica. Pero eso no lo detenía. Su pensamiento estaba hecho para desafiar, para elevar, para incomodar a los que preferían la indiferencia.
Desde su trinchera en el diario La Hora, Edmundo reflexionaba con valentía sobre el sistema democrático que, como Estado, hemos elegido —no sin contradicciones ni fragilidades—, y nos urgía a proceder con responsabilidad, con visión, con conciencia. Su crítica, nunca con amargura, sino con esperanza, se dirigía a todos los que aún creemos que Guatemala puede —y debe— transformarse. Nos advertía con agudeza sobre la trampa semántica que pendía como una nube sobre nuestra política: esas etiquetas de “comunismo” y “mundo libre” que nos fueron inoculadas sin compasión, usadas para dividir y manipular.
Hay mucho que decir de Mundito, y poco espacio para hacerlo. Desde haber sido el primer representante de la oficina de UICN en Guatemala (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), hasta haber influido en políticas y leyes nacionales que dejaron una huella perdurable en la defensa del medio ambiente, los recursos naturales y la acción climática. Hijo de Edmundo Vásquez Martínez —y exrector de la Universidad de San Carlos y expresidente de la Corte Suprema de Justicia—, heredó de su padre la lucha por las causas nobles, y la convirtió en misión de vida.
Cuando lo conocí, su intelectualidad, aunada a su don de gentes, humildad, conciencia social y grandeza de corazón y conocimientos me deslumbraron. Lo invité a formar parte de la junta directiva de la Fundación del Bosque Tropical (FBT), y desde allí sus aportes siempre fueron certeros, bien articulados y fundamentales para cimentar una estructura más sólida y visionaria. Fue también en esa vocación ambientalista donde floreció el Ideads, fundado junto a su inseparable esposa, la doctora Alejandra Sobenes. Juntos construyeron un legado inquebrantable en defensa de la verdad, la naturaleza y la justicia. Su amor, como su lucha, fueron profundos, coherentes y sin fisuras. Amor que los unió hasta el último aliento.
Ese era Mundito. Un hombre que no solo pensaba, sino que sentía; que no solo escribía, sino que vivía lo que escribía. Hoy nos deja su ejemplo, su ternura reflexiva, su legado intelectual y ético. Y, aunque su ausencia física nos duele, su voz sigue viva entre nosotros, exigiéndonos ser mejores, más humanos, más conscientes.
Gracias, querido Edmundo, por todo lo que diste. Guatemala te debe más de lo que imagina.