Catalejo

Infantino, gran chaquetero, asesta puñalada a la FIFA

El sorteo del mundial de futbol fue convertido en un show de politiquería ajena y contraria a lo deportivo.

La definición de los grupos de los 48 países participantes en esa extraña y próxima copa del mundo, dejó de ser una actividad futbolística para convertirse en un show politiquero con la presencia de jefes de Estado de países ahora en plena lucha política, Canadá, Estados Unidos y México. Lo peor, el sorpresivo anuncio del tosco, extravagante y de mal gusto zar de la FIFA, el suizo-italiano Gianni Infantino, quien decidió monárquicamente crear un premio de la paz para darlo a alguien considerado por millones de personas en el mundo como quien menos lo merece: Donald Trump. Lo definió chaqueteramente como alguien caracterizado “por sus acciones excepcionales y extraordinarias para promover la paz y la unidad en todo el mundo”.


La presencia de los otros dos jefes de Estado también contribuyó a la politiquería, al demostrar su ansia por participar en actividades donde supuestamente lograrán beneficios para ellos en lo personal y sus partidos. Era un show sorpresivo para alabar a Trump: se hizo en Washington, por ejemplo. El recipiendario, por supuesto, “emocionado”, hizo su parte en tal sainete, esa obra teatral tragicómica con personajes populares, grotesca y ridícula, en un obvio seguimiento a la exigencia tácita pero fracasada de recibir el Premio Nobel de la Paz, hace un par de meses. Infantino quiso quedar bien y olvidó, ignora o no quiso recordar, el espíritu de los juegos deportivos desde la Grecia Clásica: dar una tregua a países involucrados en confrontaciones bélicas.

La FIFA en su larga historia ha sido acusada numerosas veces de realizar acciones complacientes con los gobiernos de turno, como cuando Argentina ganó la primera de sus dos copas.


Estados Unidos, por razones de dinero, como entradas y publicidad se llevó el 75% de los partidos, y las otras dos sedes juntan el 25%. Una migaja. Los otros dos mandatarios llegaron como mudos extras. La afición estadounidense no es la mayor, como lo es en los inmigrantes, en especial hispanoparlantes, víctimas hoy de implacables persecuciones derivadas de las órdenes presidenciales, esos documentos remedo de órdenes zaristas donde se hunde lo mucho o poco de democracia. La FIFA ya ganó miles de millones por publicidad, pero arriesga un fracaso de asistencia. A esto se unen la reducción de vuelos internacionales, aeropuertos vacíos, hoteles con cancelaciones, riesgo para los pequeños y medianos empresarios. Todo a causa de los esbirros de la ICE.


La FIFA en su larga historia ha sido acusada numerosas veces de realizar acciones complacientes con los gobiernos de turno, como cuando Argentina ganó la primera de sus dos copas. También criticada porque muchas veces la labor de los árbitros ha favorecido a países con mejor posibilidad de ingresos, pero nunca había llegado al extremo de ahora. A mi parecer, el prestigio de la mayor entidad del mundo
—perteneciente a la iniciativa privada, no a ningún estado— ahora depende de la presión colectiva de los países donde la burda mezcolanza con la política no se acepta, punto. El futuro del gobierno del actual emperador del futbol dependerá de cómo hará para definir el porqué de los términos elogiosos al extremo exagerados y además inaplicables.


Esta crítica no se refiere al futbol en sí, aunque 48 selecciones son demasiadas, pero ese es otro tema. La mezcla de política con deporte, si bien ha ocurrido antes, es ahora el tema fundamental. La división provocada por el premiado abarca lo político-partidista y ahora incluye lo deportivo. Por cierto, el futbol, sobre todo en los equipos millonarios capaces de comprar a los mejores jugadores, tampoco tiene una posición sólida de prestigio, debido a muchos de sus dirigentes en el mundo. Aunque no todo lo hecho por la FIFA es criticable, esta decisión “infantinesca”, al ser analizada dentro de poco o largo tiempo, marcará cuando inició una etapa inesperada y sobre todo insospechada: la de seguir premiando a políticos. Terrible, inaceptable, repugnante.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.