Estado, Empresa y Sociedad

Jesús Redentor terminó siendo crucificado

El juicio de Jesús fue una farsa, porque su condena estaba decidida de antemano.

Un escriba le preguntó a Jesús: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?”. Jesús respondió: el primero es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Y el segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta es, como sabemos los cristianos de todas las denominaciones, la esencia de la doctrina cristiana.


Jesús tampoco toleraba la farsa y doble estándar de quienes gobernaban, por lo que denunció a escribas y fariseos. Y le dijo al pueblo: “Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no imitéis sus obras, porque dicen una cosa, pero hacen otra”.


Y Jesús les dijo en su cara: “Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros blanqueados: ¡por fuera parecéis bonitos, pero por dentro estáis llenos de gusanos, huesos de muertos y porquería!”. Tampoco toleraba las injusticias, falsedades y apariencias engañosas. Con la verdad y la razón de su parte, nunca transigió con ellos. Aclamado por el pueblo, fue perseguido por quienes ejercían el poder. A estos no les gustaba que les echara en cara la hipocresía de su conducta, porque le decían y ofrecían una cosa al pueblo, pero en la práctica no le cumplían y terminaban haciendo todo lo contrario.


Para las autoridades del templo, los sermones de Jesús ponían en riesgo su autoridad y prestigio, representando un peligro intolerable porque despertaban sentimientos apasionados en el pueblo. Además, Jesús podía poner en peligro la relación política entre el gobierno judío y el poderoso Imperio romano.

Esencia del amor y la misericordia divinos, Jesús fue vilmente torturado, muerto y sepultado.


El ingreso triunfal de Jesucristo a Jerusalén, que llamamos Domingo de Ramos, puso más nerviosos a los sacerdotes, porque el pueblo lo aclamaba como Mesías y creía que los liberaría del yugo romano. Jesús se había convertido en un peligro para el statu quo. Para agravar la situación, Jesús arremetió contra cambistas y mercaderes que estaban en el templo, representantes del poder económico que estaban mancillando el lugar sagrado.


Esta actitud fue la gota que rebalsó el vaso. Jesús reunía multitudes entusiastas, mientras los sacerdotes no gozaban de mucha popularidad. Caifás, jefe del sanedrín, sabía que su poder dependía de Roma, estaba consciente de que su pueblo era sojuzgado por los romanos y que era imposible liberarse del dominio del Imperio. Por eso, concluyó que era mejor que muriera un hombre y no todo el pueblo a manos de los romanos: “Si lo dejamos, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestra nación… ¿no comprendéis que conviene que muera un solo hombre en lugar que perezca todo nuestro pueblo?”. Y, efectivamente, años después del juicio de Jesús, los judíos se rebelaron y, en el año 70, los romanos arrasaron Jerusalén, destruyeron el templo y dispersaron al pueblo judío por el resto del mundo.


El juicio de Jesús fue una farsa, porque su condena estaba decidida de antemano y, al final, quien pensaban que era el mesías, liberador o redentor del pueblo judío, terminó siendo crucificado. Pero nos dejó sus enseñanzas: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si aman a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien a quien los trata bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo. Ustedes amen a sus enemigos, hagan el bien sin esperar nada a cambio”. Esencia del amor y la misericordia divinos, Jesús fue vilmente torturado, muerto y sepultado. Pero al tercer día resucitó. Y hoy, un tercio de la humanidad es cristiana. Felices Pascuas de Resurrección.

ESCRITO POR:
José Alejandro Arévalo
Profesional, especialista en banca y finanzas. Profesor universitario. Consultor independiente.