DE MIS NOTAS

La demagogia en los tiempos de la Celac

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Estamos en la reunión de la comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en la Ciudad de México. La enorme mesa que cubre el salón lleno de banderas, escudos, manteles y micrófonos reúne a casi todos los presidentes de América Latina. Emana un cierto aire de solemnidad. Hasta que se abren los micrófonos y en los discursos de algunos de los presentes comienzan a aflorar eso que entendemos como demagogia, traducido a buen chapín como “pajas”; una impresionante sarta de distorsiones de la realidad, la que con tanto fervor utilizan los politiqueros “tarimeros” para adular a las masas, pero en especial, los dictadores o tiranos, parapetándose en frases rimbombantes como “la defensa de los pobres…”; “la lucha revolucionaria contra las tiranías…” —aún cuando ellos mismos sean crueles tiranos—, “la verdadera libertad y democracia…” —aún cuando en sus propios países no existan tales condiciones—.

' Se cumple el titular de aquel libro de Carlos Alberto Montaner escrito hace décadas acerca del “perfecto idiota latinoamericano”.

Alfred Kaltschmitt

La oratoria demagógica transmitida en los medios de comunicación fue de una dimensión patética. Las excusas del por qué en sus países el hambre, la pobreza, la opresión y la persecución existen son siempre la culpa de “otros”, nunca de ellos. Escuchar al presidente Nicolás Maduro, con su característica teatralidad, defender la “democracia venezolana” frente a un micrófono abierto a la gran diáspora de millones de venezolanos forzados a huir desesperados de su “paraíso” democrático, nos brinda una idea de las contradicciones que de tales cónclaves surgen.

“No existe la dictadura cubana… El pueblo cubano jamás ha sido reprimido, y en esa isla… las violaciones de los derechos humanos son un constructo imperialista para dañar su reputación, y la pobreza paupérrima que viven sus ciudadanos es la culpa directa del embargo estadounidense…”.

El discurso de Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, tuvo el efecto de un manotazo en el panal furibundo de los países opresores. Dijo: “Cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, que no se respeta la separación de poderes y que desde el poder se usa el aparato represor para callar protestas, encarcelar opositores e irrespetar los derechos humanos, debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

Miguel Díaz-Canel, el émulo de la dinastía castrista, respondió leyendo de un discurso preparado, impertinente e inoportuno, entre otras cosas: “Que no es en Cuba donde ocurren esos hechos, es la OEA, y su “impresentable secretario general”, que contribuyó, participó y apoyó en el golpe de estado del Gobierno de Bolivia en el 2019. El neoliberalismo, el monroísmo y esa horda es lo que acaba de defender aquí el presidente Lacalle”.

El presidente de México no desperdició la ocasión para volver a enviar un mensaje negativo criticando a la OEA y a los Estados Unidos, y su adulación a las bendiciones de la democracia cubana, un chiste cruel hasta para los mismos presentes.

Aristóteles fue el primero que describió a la demagogia, definiéndola como “la forma corrupta o degenerada de la democracia”. Cuán cierto resulta que la oratoria demagógica manipula argumentos, cifras, y saca de contexto cualquier texto para forma pretextos. Es lo que aconteció en este pobre teatro de lo absurdo, donde, una vez más, se cumple el titular de aquel libro de Carlos Alberto Montaner, escrito hace décadas, acerca del “perfecto idiota latinoamericano”.

Un grafiti pintado en un edificio sintetiza todo lo expresado en esta columna con una precisión apabullante: “Las abejas no necesitan perder su tiempo explicándole a las moscas que la miel es mejor que la m…”.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.