Catalejo

La historia necesita ser una cuna de cambios

De los errores históricos de debe aprender para no repetirlos o, peor aún, empeorarlos. Pero se necesita conocerla.

La Historia tiene algunas características: una es no detenerse y ello provoca avances. Se repite al hacerse de nuevo las acciones equivocadas causantes de retrocesos previos. Pero también ocurre con la repetición de esos avances, pues los vuelve contraproducentes y por ello es fundamental señalar  límites y marcos de acción. Estas revisiones y correcciones de rumbo deben ocurrir en lapsos más cortos, relacionados con la movilidad social. La velocidad de la vida humana gracias a los avances tecnológicos, políticos, ideológicos o de cualquier otra clase otorga el ritmo de esa constante vigilancia, muchas veces realizada por individuos con capacidad de ver un horizonte más amplio, ancho y lejano. Los errores del pasado son la fuente más confiable de cambios.

De los errores históricos de debe aprender para no repetirlos o, peor aún, empeorarlos. Pero se necesita conocerla.

En estos días se cumplieron 50 años de la derrota total estadounidense en la guerra de Vietnam, lo cual por supuesto fue celebrado por los vietnamitas con coloridos desfiles militares de triunfo. Medio siglo después, la relación es pragmática, comercial, económica y políticamente cercana, aunque la ideología no haya cambiado, y en la mente occidental se va olvidando lo ocurrido y sus protagonistas son todos ochenteros. Estados Unidos no menciona el tema debido a la manera como actuó y a los errores de estrategia. Quienes la atestiguamos  siendo veinteañeros, gracias a los corresponsales de guerra, podemos comprender mejor esos errores y vemos la validez de pensar en ese conflicto como el inicio de la debilitación estadounidense como líder de Occidente.

Hoy, Estados Unidos declaró una guerra comercial no planificada y torpe, basada en gritos, no criterios. Trump ya declaró su deseo de gobernar el mundo, y mantener sus decisiones a base de fuerza y somatones de mesa, pero los efectos de los aranceles ya están apareciendo y hay alarmas encendidas. Las cosas no están saliendo como creyeron los megamultimillonarios al mando. Musk ya perdió miles de millones y se está alejando. Lo peor de todo: el país perdió su imagen de socio confiable y es rechazado fuera de sus fronteras, sobre todo en los aliados tradicionales. La comparación con Vietnam es clara: bombardearon por toneladas,  pero descuidaron el frente interno, mientras miles de sus mejores jóvenes morían destrozados al caer en trampas mortales con púas de bambú.        

Las leyes deben también ser revisadas. Cuando una idea se aplica sin marcos de referencia, se vuelve nido de abusadores. Son necesarias normas: a la libertad de elegir y ser electo, se le deben señalar cuántos períodos podrá gobernar alguien, todo lo cual incluye libertad sindical y de manifestación política, sin permitir la paralización de carreteras y no se diga de todo el país. La base teórica es la supremacía de la libertad individual o de un determinado grupo, siempre y cuando no afecte a toda la comunidad nacional.  Lo mismo en el número de participaciones fracasadas de un candidato antes de no poder participar más. En cuanto a los partidos políticos, evitar volverlos o crearlos fuentes de corrupción, y clientelismo de parentela. Son solo unas cuantas condiciones.

La democracia, para existir realmente, tiene como precio la eterna vigilancia, y eso es tarea de grupos ciudadanos representantes de sectores, pero también del trabajo de pensadores, de hombres curtidos por sus experiencias. Debe llenar requisitos, para así enmendar errores. Se necesita tener claras las penas por los abusos de derecho, así como la importancia de la simple lógica y del lenguaje en las leyes. Los cambios deben realizarse con participación de estos grupos porque en la práctica, dejárselos al Estado (el Congreso…) es una apuesta peligrosísima, no porque lo sea en sí, sino por los abusos cometidos durante tantos años. Es entonces cuando tiene sentido ver a la Historia como fuente de cambios, y a la labor periodística como parte de una  historia —escrita a la carrera.    

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.