Aleph

La memoria que seremos

La memoria no es nostalgia, sino una inapelable condición de presente y futuro.

Cuando mi padre murió, hace 44 años, yo sentí una especie de temor que se incrementaba cada día durante los primeros meses después de su partida: olvidar su rostro y su voz. Era mi primer acercamiento al dolor de la muerte. Desde entonces, hubo una intención de hablarlo con frecuencia, de recordarlo con sus luces y sus sombras, de escribirlo y dibujarlo, de llevarlo conmigo de tantas maneras, para que nunca se fuera. Hoy, sobra decirlo, mi padre es parte de mi historia, pero no lo es solo porque fuera mi padre biológico; lo es de una manera consciente, racional y amorosa. Recordarlo así me ha hecho bien.

La memoria no es nostalgia, sino una inapelable condición de presente y futuro.

Sin duda, una de las características de la memoria es su persistencia. Me sirve recordar esto ahora más que nunca, cuando siento que atravesamos un cambio civilizatorio, un cambio de era. En un mundo incierto, rápido, robotizado, artificialmente inteligente y violento como el de hoy, la memoria constituye, más que nunca, un refugio, un lugar de resistencia y una posibilidad de trascendencia y dignidad humana. ¿Qué seríamos sin la memoria? ¿Y qué seríamos si no construyéramos nuestras historias desde lo que consideramos verdadero y justo?

Hay ejercicios y espacios importantes de preservación de la memoria en todas nuestras historias personales y colectivas.

En Guatemala, uno de ellos ha sido la Muestra de Cine Internacional Memoria, Verdad y Justicia, inaugurada en abril de 2010. Esa muestra nació para imaginar un futuro diferente, más justo y más alegre para Guatemala, concebido desde una reconstrucción de nuestra memoria histórica universal, pero especialmente guatemalteca. Uli Stelzner es, sin duda, la mano que movió inicialmente (y durante los últimos 15 años de esta Muestra), los engranajes que hicieron girar esta maravillosa intención, junto a un equipo humano incansable, visionario y comprometido. De la primera película (La Isla) a las últimas (Carga de Paz y Fuego), un río de memorias, con toda su intención de verdad y justicia, recorrió varias salas de cine en distintos puntos del país. El último fin de semana de la Muestra (17 y 18 de mayo), cuando se presentaron Fuego y Carga de Paz, más de 1,200 espectadores se reunieron en cines de Guatemala y Quetzaltenango.

Diez años tuvieron que pasar para presentar en Guatemala Carga de Paz, documental sobre la ex fiscal general de Guatemala Claudia Paz y Paz, quien creía firmemente, como lo dice en el documental, que la justicia es capaz de cerrar las heridas abiertas de un pueblo. Esta “crónica de viaje” de la fiscal Paz y Paz nos recordó un momento importante y luminoso para la justicia guatemalteca, pero también nos recordó que pocas veces hay finales felices. Por su parte, la gran película Fuego fue más allá de la historia de un volcán, para espejear en la pantalla las tragedias de un país, pero también sus resistencias, sus heroísmos y la persistente esperanza de un pueblo.

Un festival memorable, un cine que nos puso a hablar y a pensar con cada película y cada foro a los que asistimos;  un espacio para documentar las intenciones de resistir y caminar; un lugar para la libertad de expresión y el resguardo del ayer. La memoria, como ya lo dije en otra parte, no es nostalgia, sino una inapelable condición de presente y futuro. Pienso en lo importante que es hacer y mostrar este cine contra el olvido, porque el olvido borra una parte esencial de nuestra historia, y porque la falta de memoria rompe el puente entre las generaciones.  Finalmente, porque creo y suscribo las palabras del cineasta chileno Patricio Guzmán:  “Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo del presente. Los que no la tienen, no viven en ninguna parte”.

ESCRITO POR:
Carolina Escobar Sarti
Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.