Liberal sin neo

¿La música de la democracia?

Diferentes señoríos y feudos librando luchas intestinas.

Una memorable frase de Friedrich Hayek dice: “Cuanto más planifica el Estado, más complicada se le hace al individuo su propia planificación”. Proviene de su libro Camino a la servidumbre, que discute la relación entre la planificación estatal y la autonomía individual, publicado en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial; un conflicto entre el fascismo y la democracia liberal, con el socialismo estalinista de bisagra. Hayek argumenta por el Estado de derecho, en el que “debe reducirse todo lo posible la discreción concedida a los órganos ejecutivos dotados de un poder coercitivo”.

Los aparatos de protesta y grupos de interés están poniendo a prueba al gobierno.

La población y las personas que se dedican a producir, comerciar y brindar servicios se encuentran en medio del fuego cruzado producido por dos fenómenos. El primero se deriva de los problemas que surgen de la conflictividad social y el precario mantenimiento y satisfacción de las promesas y servicios básicos que el gobierno está comprometido a cumplir. El segundo surge del hecho de que mientras la población y las fuerzas productivas necesitan y esperan que el aparato de gobierno funcione eficientemente para que personas y empresas puedan alcanzar sus objetivos, funcionarios de Estado están más preocupados por impulsar sus propios planes y atender sus proyectos favoritos para la sociedad.

La gente navega tratando de conducir su vida en medio de un gran teatro de guerra entre facciones de poder, agendas y operaciones para prosperar y proteger sus territorios. Hay combate entre los organismos de Estado, pero además a lo interno cuentan con diferentes señoríos y feudos librando luchas intestinas. Mientras el Ejecutivo, Legislativo y el MP se lanzan proyectiles explosivos, las cortes, desde sus montículos, lanzan humo a todos. Los feudos públicos autónomos, sindicatos estatales, ONG, milicias de cazadores de rentas, escuadrones de la industria de la protesta y fuerzas especiales de la conflictividad libran guerra de guerrillas y se cambian de bando a conveniencia. Breves treguas y ceses de fuego se ven opacados por el ruido de mil batallas alrededor; se apaga un fuego y surgen llamas por doquier. Hay otro teatro de guerra que se desenvuelve en paralelo; el crimen organizado y las redes de corrupción. En este escenario, la persona de a pie, el marchante, el que cultiva y produce, el que fabrica y arma, el que provee servicios, se mueven tratando de evitar las esquirlas y servir a la sociedad.

Además de lidiar con los bloqueos, baches y colapsos, se tiene que navegar el río del aparato regulatorio, saltar todas las trampas de trámites, permisos, licencias, autorizaciones, estudios y certificaciones, de diferentes órganos y ventanillas. Cuánto expediente está detenido en lo que lo piensan, marcan las casillas y resuelven. Hay un sentir de que el aparato no camina. Por una parte, hay mucha gente nueva en posiciones de mando y decisión que carece de experiencia en la administración de organizaciones y procesos complejos. Además del efecto de ineficiencia, se delata la falta de entusiasmo por agilizar, promover y facilitar la actividad productiva, que se ve con escepticismo, y en cambio priorizar los programas sociales, la agenda identitaria y las causas de la burocracia globalista.

Los aparatos de protesta y grupos de interés están poniendo a prueba al gobierno y al sistema; es borrosa la línea que separa la manifestación legítima de la instrumentalización política. Se hace difícil distinguir entre los que están usando y los que son usados, mientras los demás tratan de evitar los proyectiles y trabajar en paz. Aquí hay más detrás que solo la música de la democracia.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

ARCHIVADO EN: