NOTA BENE

La primera evangelización de América

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Dieciocho días después de la muerte del papa Inocencio VIII, el 11 de agosto de 1492, fue nombrado Rodrigo Borgia, Alejandro VI, como su sucesor. Tan solo dos meses después, Cristóbal Colón tocó tierra en la isla de San Salvador, Bahamas. Isabel de Castilla y Fernando de Aragón apadrinaron las expediciones de Colón y en los años sucesivos edificaron un imperio transatlántico. Para esta empresa recibieron de Alejandro VI un respaldo y un reto, en la forma de las cinco bulas de Donación a los Reyes de Castilla, todas emitidas en 1493. El Papa les confirió el apodo de los Reyes Católicos y les mandó cristianizar el Nuevo Mundo.

Cinco siglos después, según la Agencia Fides, en el continente americano viven casi la mitad de todos los católicos del mundo, o sea 637 millones de personas. (2017). Una encuesta de ProDatos estima que aproximadamente el 87% de la población guatemalteca es cristiana: 45% católica y 42% protestante. En toda América Latina nos acostumbramos a escuchar el repique de las campanas que llaman a la misa, a fiestas patronales, procesiones y rezos. Nos cuesta imaginar lo que supuso traer el evangelio de Jesucristo a América.

La primera misa en el Nuevo Mundo se celebró el día de la Epifanía, 6 de enero, en 1494, en La Isabela, actual República Dominicana. Treinta años más tarde, en julio de 1524, el sacerdote Juan Godínez ofició la primera misa en tierras guatemaltecas, en Iximché, Tecpán-Quauhtemallán. Los misioneros se aproximaron a los pueblos indígenas y aprendieron sus idiomas, con el fin de comunicar la fe, en imitación de los apóstoles y primeros cristianos que convirtieron a miles de almas en el Mediterráneo, África, India y Europa.

' ¿Qué comportó la cristianización del Nuevo Mundo?

Carroll Rios de Rodríguez

El libro Comprender la primera evangelización de América, por Luis Martínez Ferrer, dimensiona este asombroso emprendimiento. El Instituto Fe y Libertad (IFYL) recién publicó una segunda edición, con la adición de un prólogo por Moris Polanco y una nota final por Guillermina Herrera. El autor es historiador, teólogo y profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma. Martínez Ferrer presenta aquí un collage de documentos originales de la época que abarca desde pasajes del Popol Vuh hasta cartas particulares y testimonios de conversión. Explica que busca la verdad histórica, no alimentar polémicas. La Iglesia trasciende al mundo y “sobrepasa los confines de una historia imperial”, subraya.

Los protagonistas del libro son personas falibles que, no obstante sus miserias, procuran compartir el tesoro de la fe. A Martínez Ferrer le cautiva la frase del obispo Francisco Marroquín, “conocerlos hemos, conocernos han”. ¡Encierra tanto! Somos todos hijos amados de Dios, iguales en derechos y razón, capaces de acceder a y beneficiarnos de la Verdad.
Inculturación, interculturalidad o transculturación son tres palabras que analiza el autor para intentar describir el proceso de dicho encuentro. El jesuita antropólogo José de Acosta (1540-1600) recomendó a sus pares que “hay que tratar de conocer las costumbres de los ciudadanos y descubrir cuáles son realmente sus sentimientos y aspiraciones profundas”, y evitar cambiar aquellas costumbres que “no se oponen a la religión o a la justicia”.

Martínez Ferrer menciona también el papel crucial que jugaron en la evangelización la Virgen María, aparecida en 1531 a Juan Diego en Tepeyac, y las mujeres religiosas que fundaron monasterios en América a partir de 1534. Recuerda especialmente a Santa Rosa de Lima (1586-1617) y la niña prodigio mexicana sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).
Que esta columna le convide a la agradable lectura de Comprender la primera evangelización de América.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).