Esta semana fue un abrupto despertar a las realidades de la nueva campaña electoral bajo otras reglas. En pocos días hemos podido ver cómo los políticos han utilizado toda la creatividad de la que han podido echar mano —algunos, por lo visto, no mucha— para tratar de darse a conocer entre los potenciales votantes. Hemos visto también cómo buena parte de los resultados de la elección no se decidirán en las urnas, sino en las cortes. Lo que sí ha quedado categóricamente claro es que aburridas no serán estas elecciones.

A partir de las 12 de la noche del domingo, los partidos y candidatos lanzaron diversos videos promocionándose a través de las redes sociales, que será el medio por excelencia de esta campaña —además de los postes—. Como el TSE dejó los postes en la vía pública como “medio no regulado”, los partidos políticos no perdieron el tiempo y el lunes de madrugada tapizaron la ciudad de rótulos de sus candidatos en los postes de toda la ciudad, con excepción de buena parte de la zona 1, donde quedó prohibido.
Uno de los temas más importantes en esta campaña es el financiamiento electoral. A pesar de que las normas ahora son bastante estrictas al respecto, al grado de que son muy pocos los “financistas” que se han registrado en el TSE para hacer aportes para las campañas, los partidos parecen haber iniciado la campaña fuertemente, lo que implica algún tipo de financiamiento. ¿Será que el TSE será tan autoritario para revisar esto, como lo quiso ser para censurar la libertad de expresión?

Luego tenemos la violencia, reflejada en el incidente entre seguidores de la UNE y Bien, en San José Pinula, que terminó en cuasibalacera, y en los varios atentados y asesinatos de candidatos que ya se han dado. ¿Será que tendremos una campaña sangrienta?

Luego vienen los vericuetos legales que han entrampado varias de las candidaturas. Destacan los líos legales de algunos candidatos presidenciales, pero también abundan los de candidatos a otros cargos. El primero ha sido Mauricio Radford, que ya está con un pie fuera de la campaña, pero no se da por vencido.

Luego está el caso de Zury, a quien la Corte Suprema de Justicia amparó definitivamente esta semana, pero que aún así su candidatura podría ser cuestionada por la magistrada activista de la Corte de Constitucionalidad y sus achichincles.

Y por último, la telenovela —aunque por los niveles de suspenso y emoción más parece radionovela (serie de Netflix para los Millenials)— de Thelma Aldana. Esta trama tiene todos los elementos para una novela de suspenso de muy alto nivel. Proclamación en el último minuto, en una asamblea que fue cuestionada. Llegaron a inscribirla al amparo de las sombras de la medianoche. Sale del país cuando debiera estar iniciando su campaña. Orden de captura en su contra. Notificación exprés de inscripción cinco minutos después. Debate leguleyo sobre su captura o inmunidad. Presiones por todos lados. Presiones para que le quiten la orden de captura. Presiones para que no quede en firme su inscripción. Un ministro de Gobernación con todas las ganas del mundo de capturarla. Y no nos debería extrañar que exista hasta un plan para escabullirla furtivamente bajo las narices del ministro hasta la puerta de atrás del Tribunal Supremo Electoral para obtener su credencial antes de que los policías la puedan capturar. Me recuerda tantas películas y novelas de espías y conspiraciones que he visto y leído.
Y todo eso en apenas cuatro días de campaña. ¿Iremos a soportar tanta emoción en los próximos tres meses?