MAGA no lo sabe. Harris sería más efectiva en controlar la migración
Más consciente de las causas de origen, plantea ideas que pueden desarrollarse.
Canton es un pueblecillo lindo situado en las estribaciones de los Montes Apalaches. Arbolado y pintoresco, este es tan solo uno de tantos otros que en conjunto forman el llamado Sur Profundo de los Estados Unidos. Su cultura agreste es orgullosa. Si algo tienen claro es lo que conforma su identidad. Herederos de un legado desfasado, la bandera confederada permanece en muchos de sus lugares; en sus puertas, como placas en sus carros, o simplemente ondeando en lo alto de un asta, en el frente de sus casas. Pero justo es decir que sus territorios nunca fueron exclusivamente suyos. Lote con lote, está la otra población, la negra, con la que siempre compartieron tierra. Otrora esclavos, ahora vecinos, esa es una relación que ha costado aceitarse. Lo que quizás nunca imaginaron estas culturas es que, en esta modernidad, los espacios ahora habrían de compartirse con nuevos advenedizos. Millares de migrantes, venidos de las montañas del occidente guatemalteco. Huehuetenango, en especial.
Canton es uno de tantos lugares a lo largo del EE. UU. rural que, cuando surgió, abrazó al MAGA (Make America Great Again). Allí, en 2016, los dos partidos principales se repartieron los votos así: el 76% por Trump, y solo un 24% por Hillary Clinton. En 2020, el porcentaje fue un 70 contra 30. Esta es la gente que sorpresivamente puso a Donald Trump en la presidencia; y es la gente que hace cuatro años se indignó, creyendo que la elección les fue robada de las manos. Desde afuera se mira increíble cómo haya quienes puedan creer los bulos que difunde el MAGA. Pero ahora autores acreditados ya reconocen cómo este no fue solo un movimiento político con fuerte carga ideológica, sino también una asociación que dio sentido de pertenencia a grupos que son vistos de menos por sectores citadinos y con mayor acceso a la educación. Así, si bien la migración es entendida por ellos como una competencia a su economía, también, en un sentido de identidad, es una amenaza a esa cultura ancestral.
¿De 2016 a 2020 decreció, se mantuvo o creció la población inmigrante en EE. UU.?
Personalmente y desde afuera, creo incoherente que ahora —40 años después de que la “invasión” que denuncian inició— pretendan revertir una amalgama poblacional que ya está cementada. Pero puedo comprender, también, cómo una cultura quiera preservarse ante quienes llegan y cambian por completo lo que antes solo a ellos perteneció. Aun así, ante la racionalización de la existencia de corrientes nativistas, veo fanatismo en que escojan a Donald Trump como su adalid antimigratorio, y que esto no lo cuestionen. Él se posicionó magistralmente como el campeón contra los migrantes, quienes, dice, ascienden a 20 o 25 millones. Los insulta de palabra y amenaza con cosas horribles e inhumanas. Pero el MAGA no se plantea con honestidad una pregunta que subsiste: ¿De 2016 a 2020 decreció, se mantuvo o creció la población inmigrante en EE. UU.? A pesar de lo que vocifera, veo inevitable reconocer que Trump fue inefectivo para reducirla, eso durante los largos cuatro años que ejerció su presidencia.
La migración es uno de los problemas globales más complejos de controlar. Fuerzas extraordinarias propician expulsiones desde territorios impactados por la economía, la inestabilidad política y social, y los golpes del clima amenazante. Los de Biden en la Casa Blanca serán recordados como años de alta migración. Las solicitudes de asilo son la tendencia migratoria por su sistema empantanado. Además, el desplazamiento creció a nivel global, en especial con la pandemia. Es de considerar la hipótesis de que, independientemente del presidente, la migración habría sido igual de alta. Trump aborda esto con insultos y ofertas alocadas que no corrigieron el problema. Ciertamente, Harris tiene el reto de un plan concreto. Pero, mucho más consciente de las causas de origen, plantea ideas que pueden desarrollarse como las soluciones futuras que este problema demanda. Para reconocer esto, sin embargo, se requeriría de una objetividad y desapasionamiento que el MAGA no se caracteriza por tener.