CON OTRA MIRADA

Música, pintura, buenos amigos y bohemia pura

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Las condiciones de La Antigua Guatemala, posterremoto de 1976, al asumir su protección, eran críticas ante el daño en los monumentos, el difícil control de las reparaciones en las casas dañadas y la necesidad de hacer cumplir una ley antipática para los vecinos. El reto fue grande y los recursos escasos, pero la importancia de recuperarla estaba clara en el equipo de trabajo.

' La partida de Rodolfo Abularach deja en nuestro recuerdo su simpatía y entrañable personalidad.

José María Magaña Juárez

Se vigorizó la difusión de lo que se hacía, se creó material didáctico para los programas orientados a estudiantes y desarrollaron actividades culturales en los monumentos, como la música. Así conocí a Arturo (Canche) Rosales, quien ofreció un programa completo de su obra para flauta.

Más adelante me convidó a acompañarle a un encuentro sabatino en casa de Miriam García Granados y Francis Benfeldt, a donde sin necesidad de convocatoria llegaban sus hijos, amigos, músicos y artistas. Se platicaba, hacía música, cantaba, bebía y comía. Ahí conocí a los hermanos Abularach, Rodolfo, guitarra; y Roberto (Cuca), armónica; a Ricardo López Urzúa (Chichicua), compositor y guitarra, junto a su hijo Juancho, guitarra también. Cantaban Lu Paredes y María Cristina García Granados. Encontré a viejos colegas: Mario Benfeldt y Enrique Schoenstedt y su esposa, María Marta de la Hoz, amigos como Güicho Díaz, a quien conocí en la oficina de Arquitectura Holzheu & Holzheu, a la que llegué como dibujante.

Con la muerte de Miriam, el grupo se dispersó. En La Antigua Guatemala, Debbie Du Flon retomó la tradición junto a colegas suyos de las artes plásticas, que según entiendo fueron mayoría; hubo más debate por arreglar el mundo pero escaseó la música, por lo que el intento se diluyó.

En el ínterin, lo más notable fue que Chichicua y Elsa Asturias Rudeke se casaron. A ella la conocí en 2012, para el primer aniversario de la muerte de Efraín Recinos, en acto celebrado en el más notable monumento a su memoria, el Teatro Nacional.

Por entonces, Güicho Díaz me invitó a un nuevo encuentro, esta vez liderado por guapas y francas mujeres: Rosa María Gomar, María Eugenia Dudde y Elsa Asturias, quienes organizan espectaculares almuerzos en los que confluyen algunos de aquellos grandes virtuosos y otros de nuevo cuño. Más allá de la música y el buen comer, celebramos la vida, con plena conciencia de nuestra propia fugacidad, extremo que acabamos de comprobar, ante la partida de Rodolfo Abularach, quien deja en nuestro recuerdo su simpatía y entrañable personalidad.

En su columna del 1Sept2020, en elPeriódico, Luis Aceituno relata la visita de Rodolfo y su hermano Roberto al MoMa de Nueva York, en 1969, donde conocieron el primer sintetizador electrónico de sonidos creado por Robert Moog. Ante lo maravillado de Roberto con aquel prodigio, Rodolfo buscó al autor y encargó uno.

De las historias del Canche Rosales durante el trayecto a los encuentros sabatinos está que el aparato costó US$25,000 y fue instalado en la casa diseñada y construida por Güicho Díaz para los Abularach, en Boca del Monte. Un pequeño grupo de músicos, encerrados ahí y entregados a la creación, produjo música electrónica, incluyendo Imágenes de un terremoto, del propio Rosales, antes del 4Feb76, que ganó un concurso convocado en Suecia. Pero eso es materia de una historia aún no escrita y de música cuyos registros habrán de ser recuperados.

Ante el fallecimiento de Rodolfo, presento mis condolencias a su familia, lo mismo que al mundo cultural guatemalteco. En particular, al grupo de músicos, artistas y bohemios que me dan cobijo en sus encuentros, aunque no toco, no canto ni bailo, pero que aplaudo y disfruto con fruición.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.