REGISTRO AKÁSICO

No hay que pedir peras al olmo

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Uno tras otro, avanzan con una cadencia lenta. La sucesión es fatigosa, pero poco a poco, se llega. Ni se siente, cuando ya se está en la puerta. Luego, ordenar cinco centavos de sal y un huevo. Dechado de previsión. Para eso está la tienda, pues abastece en medio de una emergencia, pero yendo varias veces. La fila será apretada para que nadie se cuele, no importa exponerse. Pero mejor, acudir de compras al supermercado para aprovisionarse de los aperos del retrete. Se debe comprar tres paquetes de una docena de rollos de papel de baño. Bastan esos delicados folios para llenar la carretilla. Se necesita otra, donde se lleva varias docenas de botellas de agua pura. No se sabe a dónde se iría a parar, sin las recomendaciones de nuestros dirigentes religiosos interesados en la política. Ya comieron del fruto del bien y del mal, y les gustó.

' El día de los inocentes enseña el abandono de la indignación por la obligada resignación.

Antonio Mosquera Aguilar

Todos llevan su mascarilla. Un tercio con la nariz por encima, pues el adminículo es muy molesto. Todavía no se ha generalizado utilizar guantes. Bonita prenda usada en los años cincuenta del siglo pasado, sobre todo por las damas, en color blanco. En cambio, los caballeros abandonaron los guantes en los años treinta de ese siglo, de color gris, con los sombreros con diferentes dobleces de ala. Así es la moda: pasajera. Como las reuniones en el parque. Ojo, no se dice así; sino abandono de la concentración pacífica en la plaza, salvo obstinados opositores.

La majada camina, lleva a la familia al mercado, a la sexta avenida de la zona uno, a cualquier lugar donde haya aglomeración. Mejor si se está alrededor de las once de la mañana o cuatro de la tarde, hay que buscar entretención. La fila de automóviles para entrar en el centro comercial ocupa dos cuadras. En principio porque el estacionamiento deja un puesto libre, entre automóviles. No resulten contaminados los carros. Sin agotar la fila, los pasajeros se bajan e ingresan a pie, al interior del establecimiento de tiendas, en distinguidos grupos familiares. No se entiende la palabra aforo.

Cuál es la razón de utilizar palabrejas del castellano: bulo, confinamiento, inficionar… Se prefiere por los tanques de pensamiento, su forma coloquial, en medios académicos impregnados de mediocridad y expresiones soeces. Creen en el arrastre de una consigna: no me pela. ¿Qué se pela? Obvio, se refiere al prepucio para dejar expuesto el glande. La obsesión por el pene es propia de esos representantes de los riquillos, acostumbrados al trato grosero contra sus mozos y sirvientas. De otra manera no entienden, afirman. Por lo tanto, solo apelando a la deyección, se comunican los acaudalados necios y prepotentes. ¡Arre pasmados! a reunirse, reza la convocatoria. La reina del lenguaje arrabalero es expulsada de la manifestación; pero el lumpen ocupará su puesto. Aparecen subidos como monos sobre los semáforos a destruir.

Cuando Pandora abrió la caja, dejo salir a los espíritus del mal, solo quedó la esperanza: por eso, es lo último que se pierde. Pero mejor abandonar esa ilusión, pues el presidente está obviamente paliqueado: pasó del médico partidario de la profilaxis forzosa, a convertirse en el benevolente curandero consentidor de la contaminación. No se atrevió a cerrar después de la navidad, por unos días, los departamentos con mayor incidencia de contagios, para bajar la transmisión. No vaya a ser obligado a comparecer ante Fernando del Rincón en CNN, propiedad de Ted Turner, para que lo amenace si no renuncia, con una revolución de colores. ¡Valiente espectáculo! No es un Estado fallido, sino un Estado de bobos sin santos inocentes.

ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.