SI ME PERMITE

Órdenes lógicas no necesitarán ser impuestas

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“Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad”. Francisco de Quevedo

En una sociedad como la nuestra es muy claro que cuando alguien trata de imponerse lo que logra es atropellar la voluntad de la persona a la que se le está imponiendo, y es muy fácil entender que las imposiciones frecuentemente se dan porque no se tiene la gracia de cultivar la cooperación y la participación de los que están con uno.

' En las órdenes que regularmente recibimos con claridad se manifiesta la autoridad que se posee.

Samuel Berberián

Es más que agradable y alentador cuando a alguien que está con uno se le ha indicado que tiene que hacerse cargo de los que están con él y coordinar para que los trabajos se hagan y este se toma el tiempo de explicar lo que se habrá de hacer. Qué valioso es que cuando está dando las indicaciones, toma el tiempo de estructurar sus indicaciones con un razonamiento lógico, explicando por qué se está haciendo y cuál es el modo en que se habrá de hacer. Con esto logra una máxima atención y también el esfuerzo de estos en hacer las cosas, así como fueron pedidas.

Es sorprendente que el razonamiento es como el uso de la escalera para alcanzar aquello que, sin la explicación debida, difícilmente se puede hacer y por lo mismo poder complacer los requerimientos del trabajo.

Muchos de los procesos educativos a los que fuimos expuestos desde nuestra niñez y en cada etapa de nuestra formación fueron trabajados con un razonamiento el cual no solo era comprensivo, sino también era un tiempo agradable que se atesoró como algo lo cual llegó a ser parte de nuestra vida. Por ello lo apropiamos como nuestro y pueda ser que alguien lo refiera como algo que le fue enseñado o bien es mucho más probable que refiera a algo que aprendió sin tener que dar detalles del crédito de cuándo fue o quién fue el que se tomó el tiempo para instruirle.

Es comprensible que las órdenes se originan en la autoridad, y la autoridad está no en la medida que se expone, sino en la medida que se le reconoce, y por ello le hace el debido espacio para que las órdenes tengan su lugar y para que la estructura de la relación tenga sus logros y beneficios.

Lamentablemente, nos podemos recordar en tantas ocasiones dónde se dieron órdenes, que ni fueron comprendidas y ni se tomaron el debido tiempo para ofrecer una adecuada capacitación. Pero luego, también cuándo las órdenes se dieron, el que las recibía sabía con toda exactitud qué se le estaba pidiendo y qué es lo que quería que se hiciera.

Es más que lógico en que antes de saber por qué se está pidiendo que se haga algo se sabe el cómo hacerlo, sea porque se le enseñó con anterioridad o bien porque la persona fue contratada porque había sido capacitado para hacerlo. No es pecado no saber hacer algo, pero sí debemos dar a conocer qué si podemos hacer y qué cosas no sabemos cómo hacerlas, pero posiblemente estamos dispuestos a que se nos indique e instruya para poderlo hacer.

Cuando alguien acepta la autoridad de sus superiores y reconoce que hay una relación que se desarrolló del modo correcto, con la mínima explicación y sin tener que usar una serie de argumentos, las órdenes se escuchan y entran en acción para que se cumpla lo que se ha indicado.

Necesitamos en algunas estructuras procesos correctivos, pero en muchas otras, voluntades en poder cultivar mejoras para que las relaciones sean agradables y la convivencia sea de una modalidad enriquecedora.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.