EL QUINTO PATIO

Por la fuerza de la razón

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A 10 días del aniversario de la mayor manifestación de protesta ciudadana de las últimas décadas en Chile, la ciudadanía acudió este domingo a votar en un plebiscito cuyo resultado podría desencadenar un cambio sustancial en ese país andino. Un primer esbozo de la demanda ciudadana por el cambio ha sido la asistencia a los centros de votación, a pesar de las campañas oficialistas y de los sectores más conservadores por evitar una transformación del sistema actual, diseñado y conservado en formol por medio de una Constitución ad hoc escrita bajo la influencia del pinochetismo.

' El cambio de Constitución, una deuda política para un Chile nuevo.

Carolina Vásquez Araya

La batalla por el cambio, sin embargo, no solo ha sido una explosión mediática de repercusión internacional, sino ha tenido la fuerza interna suficiente para aglutinar a sectores diversos y conformar un movimiento ciudadano excepcional, sin bandera política y cada vez más consciente de que Chile no saldrá de su crisis sin una transformación de fondo y la participación de todos sus integrantes. El mecanismo que hace un año apenas era un sueño de opio, ya echó a andar con un plebiscito que marca el inicio de un proceso de profundos cambios y la perspectiva de recuperar una plataforma democrática inclusiva, enfocada en el interés común y se limiten los abusos de un sistema neoliberal cada vez más envilecido.

Para el gobierno de Sebastián Piñera, el escenario no es el más propicio. Enfrentado a una pérdida de popularidad catastrófica –lo cual le resta toda credibilidad- y con dos de sus ministros más importantes sometidos a acusación constitucional por mal manejo de la pandemia y por violaciones de derechos humanos contra la ciudadanía por parte de las fuerzas del orden, no tiene salida digna a menos que renuncie y se retire a reflexionar sobre sus múltiples y graves equivocaciones, algo impensable para un gobernante que ha demostrado una incapacidad patológica para evaluarse a sí mismo.

La jornada de ayer se presentó lleno de desafíos. El primero de ellos fue la asistencia a las urnas para que esta demanda por una nueva Constitución tenga plena validez. Es decir, la asistencia y la votación por el Apruebo debería sobrepasar cómodamente los votos mediante los cuales se eligió al presidente actual. De otro modo, podría establecerse un ambiente de duda sobre la pertinencia de un cambio tan rotundo y trascendental. Sin embargo, de acuerdo con la información hasta este momento (media mañana del domingo) se vive una jornada marcada por el entusiasmo y la decisión de participar.

A partir de los resultados, si estos indican una victoria contundente para la ciudadanía que aspira al cambio, debería revisarse con mucha seriedad la participación política de la juventud. Este sector estudiantil, que inició con lucidez y valentía los movimientos ciudadanos que han desembocado en un hecho de tanta magnitud, está excluido de manera injusta del proceso actual por no tener derecho a voto. Camilo Morales, en Palabra Pública, U. de Chile, lo expresa con claridad: “…el proceso constituyente también (…) aloja una contradicción que no puede soslayarse, toda vez que queda de manifiesto la marginación, en diferentes niveles, de un grupo fundamental para la sociedad, pero que históricamente ha quedado excluido de tomar parte en este tipo de acontecimientos políticos, a saber, niñas, niños y adolescentes quienes a la fecha no podrán participar de este hito democrático trascendental para nuestro país.” En todo caso, aun sin ese elemento crucial para consolidar una plena democracia, la suerte está echada y el cambio –cualquiera sea este- será inevitable.

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