ALEPH

Pregúntenle a las niñas y adolescentes si quieren vivir aquí

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Se van a la escuela con miedo, viven en su casa con miedo, hablan bajito y con miedo, comen con miedo cuando no alcanza para el resto de la familia, van por la calle con miedo, no salen de noche por miedo, si salen de día solas van con miedo de que les roben, si van a una fiesta de noche van con miedo de regresar violadas, tienen miedo de quedar embarazadas, tienen miedo cuando quedan embarazadas, tienen miedo de no querer ser mamás y no poder decirlo, tienen miedo cuando buscan un trabajo en sus comunidades sin saber si terminarán en una red de explotación sexual en la capital, tienen miedo de ir al río a lavar porque muchas veces allí son abusadas, tienen miedo de los amigos de su hermano y su papá que se emborrachan en su casa, tienen miedo de que alguien se meta entre sus sábanas una noche. Tienen miedo.

' Solo entre enero y mayo de 2022, fallecieron 58 niñas y adolescentes de forma violenta.

Carolina Escobar Sarti

En Guatemala, la mayoría de niñas y adolescentes tienen sobradas razones para tener miedo. El 91.09% de reconocimientos médicos durante 2022 por delitos sexuales fueron en niñas y adolescentes mujeres. Y la educación sexual solo existe por redes o televisión, porque un buen número de autoridades que practican la doble moral, creen que no debería de ofrecerse una educación integral en sexualidad en los establecimientos educativos porque eso “promovería el libertinaje”.

El 70.2% de los casos denunciados en el Ministerio Público (MP) entre 2018 y abril de 2022, corresponde al delito de trata de personas contra adolescentes mujeres entre 13 y 17 años. De todos los casos denunciados de trata de personas, el 79% de las víctimas menores de 18 años son niñas y adolescentes mujeres, según las denuncias registradas durante los últimos cinco años por el MP. El segundo grupo más afectado son las niñas de 8 a 12 años, con el 19% de los casos. Y, sin embargo, buena parte de la sociedad sigue normalizando la violencia en los cuerpos de las niñas, con la excusa de que así ha sido siempre.

Y no, eso no es normal. Y no, la respuesta no puede ser que no salgan, que vayan siempre acompañadas, que ellas sean encerradas y sus vidas obstaculizadas, para que no les pase nada. Y no, la culpa de que un adulto viole a una niña de 9 años, no es de ella. Y no, la culpa de nacer en un país sin suficiente educación, salud, seguridad, alimento o ternura, no es de ellas. El entorno es el que debe ser protector y las personas adultas son las obligadas a garantizar los derechos de las niñas y su bienestar.

Solo entre enero y mayo de 2022, fallecieron 58 niñas y adolescentes de forma violenta; eso da un promedio mensual de 11.6 muertes violentas de niñas y adolescentes. Y no voy a seguir con esta nueva poesía en que se han convertido las estadísticas, pero hacia donde veamos, las niñas de este país la tienen muy difícil. Nacer niña en Guatemala es, para muchas, un acto de heroísmo desde el día uno.

Daniela, una mujer joven de Suiza visitó, en Guatemala, un lugar de abrigo y protección para niñas y adolescentes sobrevivientes de violencia sexual y trata de personas. Ellas le preguntaron cómo vivían las niñas en su país, cómo se iban a la escuela, si salían frecuentemente, si eran felices, qué les gustaba comer, si aprendían a pintar y a bailar, entre muchas cosas más. Ella les contó que se iban caminando solas a la escuela y que ninguna niña podía quedarse sin estudiar, ninguna. Todas se voltearon a ver, abrieron muy grande los ojos y dijeron casi en coro: “quiero irme a vivir allá”.

Les preguntamos por qué. Parte de las respuestas está en las cifras de los párrafos anteriores, pero muchas le sumaron los golpes recibidos, el analfabetismo, el no haber conocido jamás el mar, el no haber ido nunca al cine o jugado fútbol, el no comer los tres tiempos, el tener que venderse desde los 9 años para mantener a sus hermanitos, el no hablar el idioma español como las demás, las enfermedades de transmisión sexual, la vergüenza de cargar con culpas que no son de ellas y el no poder volver a sus comunidades.

Las niñas tienen derechos. Ellas nos lo recordaron. A la vida, a la familia, a la ternura, al techo, a la salud y la educación. Tienen derecho a sus cuerpos. Tienen derecho a ser niñas. Eso nos dijeron.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.