MIRAMUNDO

Pueblo o multitud

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Por casualidad encontré la frase de Alphonse de Lamartine (quien fue político francés del siglo 18) “Un pueblo sin alma es solamente una multitud”, y obliga a pensar en nosotros, en estos guatemaltecos que habitamos este pedazo de tierra que, año tras año, y gobierno tras gobierno, adoptamos la frustración como regla porque las esperanzas se pierden. De hecho, es obligado para quienes gobiernan contar con varios candidatos oficiales con partidos “ajenos”.

¿Qué nos identifica a los guatemaltecos?, ¿cuál es nuestro vínculo con esta tierra? Podríamos decir los símbolos patrios, pero buena parte de la población tacha la bandera, al escudo y hasta a la ceiba como imposiciones. Al parecer, si pudiéramos reunirnos y platicar de forma serena sobre nuestra propia nacionalidad, nos veríamos en inusitados problemas; muy pocas cosas nos identifican y cohesionan.

La historia de un país es la que muestra su alma, dicen algunos, y si volteamos a ver hacia el norte encontraremos el orgullo de los Estados Unidos por sus padres fundadores. Por otra parte, la identificación del mexicano con su pasado enseña, con grandísima elocuencia, la grandeza de aquel país; los niños sí saben quiénes fueron Juárez, Madero, Villa o Zapata. Dudo, en nuestro caso, que la mitad de patojos de cuarto primaria en adelante pueda mencionar y explicar con alguna claridad cuatro héroes nacionales.

Siendo un país tan pequeño, ¿por qué no encontramos puntos de unión? ¿cuáles son nuestros valores comunes? Estamos tan enredados en el día a día, la mayoría como superviviendo, que buscar en la historia algunos puntos básicos de identidad es casi imposible, a pesar de tantos que perdieron su propia vida por un país mejor en estos 200 años de vida independiente. Nos acostumbramos a gozar alegrías efímeras, y por eso la selección de futbol es como el único bálsamo que aparece cada cierto tiempo; sin embargo, hasta en el fut nos quedamos fuera por corrupción de dirigentes y, ahora, por rencillas y celos personales nuestro país no podrá ondear su bandera en las competencias del ciclo olímpico. Lo que Árbenz comenzó en 1952 con la primera participación en Helsinki, Finlandia, apunta a que este gobierno lo vetó y estaremos fuera de París 2024, así que el recuerdo y las lágrimas de unión como las derramadas con Érick Barrondo no podrán repetirse.

' Este país merece, sin duda alguna, mejores ciudadanos para hallar nuestra alma colectiva.

Alejandro Balsells Conde

Confieso carecer de capacidad para definir en esta columna qué entendería por alma, pero estoy seguro de su existencia y no me cabe la menor duda de la vigencia de un alma colectiva. Entonces debemos empezar a buscar y replicar todas aquellas formas para sentirnos orgullosos de ser guatemaltecos, algo difícil cuando la mayoría del pueblo si pudiera emigrar, lo haría, y esta realidad es para todas las clases sociales.

¿Será que estamos condenados a ser simplemente una multitud, como dijo don Alphonse? La verdad, no lo creo. Estoy seguro de la vigencia de un anhelo por un futuro en donde el gobierno deje de ser represivo y respete la libertad de sus habitantes. No puede ser que los mismos círculos de poder de hace 200 años pretendan imponer sus intereses sobre los derechos de una comunidad tan grande. Además, aunque parezca una perogrullada, sin duda en nuestra diversidad está la gran fortaleza.

Debemos, si queremos cambiar la ausencia de identificación común, empezar por aceptar nuestra propia historia, nuestros errores, horrores y aciertos, no con el objeto de revolcarnos en ella y tomarla como pretexto para explicar nuevos fracasos, sino para convertirla en cimiento de objetivos comunes y cambios concretos; de lo contrario, seguiremos navegando en este lodo, y este país merece, sin duda alguna, mejores ciudadanos para hallar nuestra alma colectiva.

ESCRITO POR:

Alejandro Balsells Conde

Abogado y notario, egresado de la Universidad Rafael Landívar y catedrático de Derecho Constitucional en dicha casa de estudios. Ha sido consultor de entidades nacionales e internacionales, y ejerce el derecho.