DE MIS NOTAS

Reflexión con los aires de diciembre

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En el crepúsculo multicolor adornando la ventana de mi vista, y en esa nube danzando con las montañas, te encuentro.

Sin nombre, te encuentro. Invisible pero presente. En el silencio —del vacío de los vacíos, dentro de este cerebro de tu creación maravillosa con conexiones tan complejas capaces de escribir esta columna. Te encuentro. En los olores de ese pan mío y nuestro de cada día, que sacian mi hambre convertida en exquisitos guisos con sabor de maravilla, te encuentro.

En la solitud de mi encierro cotidiano cuando apago el enchufe de la verborrea y escucho la presencia de tu acallado mutis; sin nombre; sin apellido; sin dirección postal; ni afiliación alguna. Te encuentro.

Sin hacer nada para merecerlo, sin penitencias, sin lagos de azufre ni historias de tu ira, sino de tu incondicional amor, sintiéndome inocente, no culpable; te encuentro.

En el delicioso obsequio de la soleada playa; o el refugio boscoso saturado de fauna y flora; en la sincronía del vuelo perfecto de esa fila de pelícanos rozando con sus alas la ola del momento, te encuentro.

En las manitas de mis nietas, cuando de niñas jugaban arena con ceños de pequeños científicos descubriendo la belleza de tu microcosmos; y en sus risas animadas e inocentes, con su capacidad inmensa de maravillarse, te encuentro. En mis hijas, carne de mi carne; en mi hijo, carne de mi carne; en mis nietos, carne de mi carne; engendrados por TI, creador de mi carne, te encuentro.

' Algunas reflexiones para meditar, en todo el año, no solo en diciembre.

Alfred Kaltschmitt

En los empleos —que con los dones que me has dado puedo crear para esas familias benditas que me has encomendado, hombres, mujeres y niños que por tu gracia alimentas y cuidas—, te encuentro.

En la misma mujer, compañera de toda mi vida, que me acompaña cada día y cada noche durante estos 53 años. En la juventud de su belleza y en la hermosura de nuestra vejez; con sus valles y desiertos; enfermedades y alegrías. En los tiempos malos; en los tiempos duros; en los tiempos de lluvia y también en las sequías e inviernos maritales, te encuentro.

En los sufrimientos de mis propios efectos y causas; y en las alegrías de mis siembras y cosechas de esta escuela de la vida en la que me tienes de alumno enrolado desde que me trajiste a esta dimensión terrenal, te encuentro.

En este obsequio de la vida gritándome la realidad de la existencia y las verdades de mi razón de ser. En las elucubraciones de mis noches de insomnio; preguntándome la razón de mi existir y los dilemas existenciales provocados por esta sociedad de la que formo parte, te encuentro.

En mi niño adentro de mí sintiendo la libertad de tener espacio para poder serlo, te encuentro, como te encuentro en las cosas pequeñas de la vida: Mi diario café; mi música; mis tertulias con mis amigos queridos; mi copa de vino y mi cerveza fría en los días calurosos; te encuentro.

En esas obras que me has inspirado a hacer para ayudar a tus pobres, hombres, mujeres, niñas y niños, durante esto últimos 35 años. Ahora graduados de universidad; alimentados; sanos, felices; te encuentro.

Te encuentro en tu amor que reverbera en mí y en mis compañeros de toda la vida trabajando en esa fundación en la cual durante todos estos años nos has permitido hacer tu voluntad de ayudar al afligido, de darle pan al hambriento y de asistir al necesitado, gracias por tocar nuestro corazón de tal manera que aumenta mi fe en ti.
Gracias por tornar mis odios y desavenencias en olvidos; y mis olvidos en amor. Ahora entiendo por qué insistes en perdonar a todos.

En todo eso te encuentro.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.